Lectura para la comprobación de lectura del 18/10/08.

10 razones para aborrecer la publicidad.

Víctor de La papelera me invitó amablemente al Festival de Blogs: Publicidad en la Red que es una especie de nuevo «formato» que está siendo promovido por Manuel de Mangas Verdes. En inglés son más conocidos como Carnivals. Víctor sabía que por aquí suelo hablar a veces de la publicidad en Internet, así que aunque me daba un poco de pereza he sacado un rato para escribir algo al respecto. Al final me salió un «10 razones...» que en cierto modo sirve como resumen de muchas de las ideas, sensaciones, razones y argumentos que he explicado en otras ocasiones y durante mucho tiempo sobre este tema.

De modo que esta es mi aportación personal al Festival de Blogs: Publicidad en la Red:

10 razones para aborrecer la publicidad en Internet

1. Ya hay demasiada publicidad en el Mundo Real™. El planeta y nuestras vidas están llenas de publicidad por todas partes. Arrojar más y más publicidad a Internet es absurdo. Periódicos, televisión, radios, vallas publicitarias en las calles y las carreteras. La publicidad es ubícua. Recibimos publicidad no deseada en folletos al salir del metro o pasear por la calle. Publicidad en papel inunda el buzón de nuestra casa. Recibimos llamadas de teléfono que no esperamos, con las que intentan vendernos algo que no necesitamos. Mensajes a través de SMSs que no nos interesan. Nos obligan a ver anuncios antes de las películas en el cine o al alquilar un DVD, ¡aunque estemos pagando por ello! ¿No merecemos que exista una zona verde protegida de publicidad en el Universo?

2.Los anunciantes intentan «matar moscas a cañonazos». Esto también sucede en el Mundo Real™: la mayor parte de la gente no quiere saber nada de la publicidad, de modo que la respuesta es «más publicidad todavía». En la Red los ratios de clic en la publicidad en forma de banners o anuncios de texto son menores del uno por ciento normalmente. A veces incluso tan bajos como el 0,1%. Sin embargo, medios y anunciantes consideran eso todo un éxito. Ofrecen sus productos a 1.000 personas y aunque 999 gritan «¡hey, no nos interesa un pimiento lo que nos estás contando!», consideran que tienen que seguir insistiendo. Paradójicamente, si dedicaran más dinero a mejorar sus productos no tendrían que anunciarlos. Por otro lado, la «publicidad de marca» no funciona. En Internet los estudios demuestran que con el tiempo las personas desarrollamos «ceguera a los banners», o a cualquier nuevo formato. Al menos la naturaleza es sabia.

3. La publicidad en la Red es unidireccional. Al igual que en el Mundo Real™, los anunciantes bombardean con su publicidad en un sólo sentido: hacia ti. Pero resulta obvio que en realidad no les interesa mucho la opinión de la gente. Aunque te pidan tus datos y tu e-mail para luego enviarte más publicidad. Si atraviesas los anuncios con un clic llegas muchas veces a sitios pobremente diseñados, nada interactivos y en los que no puedes opinar sobre los productos: sólo comprarlos. Nada de pedir ayuda, y mucho menos quejarte. ¿Has probado alguna vez a enviar un correo dejar un mensaje a una empresa que se anuncia en la Web? Tendrás suerte si un robot te contesta. O si te responden por tu nombre y aciertan. Pocas veces hay excepciones. La realidad es que quieren que compres, pero no quieren escucharte.

4. La publicidad crea falsas esperanzas. Muchos pequeños webmasters, autores de weblogs o propietarios de pequeñas páginas piensan que poniendo publicidad en su web ganarán algo de dinero como para vivir mucho mejor, resolver sus problemas o mantener su negocio. Pero en realidad sólo una extremadamente pequeña minoría de empresas y profesionales gana realmente dinero con la publicidad en Internet. Y normalmente son los intermediarios. De modo que la inmensa mayoría, con sitios web pequeños y medianos, reciben migajas en publicidad. Pero para justificarse intentan hacer ver a los demás lo bien que les va, al más puro estilo del márketing multi-nivel. Exactamente igual que cuando la gente se juega el dinero en el casino o en la bolsa: aunque no tengan ni idea de lo que hacen, necesitan justificarse ante los demás y se explayan en explicaciones... los días que «ganan algo», no el resto. En realidad toda esta gente convierte a veces un hobby casi en un trabajo. Y a lo mejor hasta se sacrifica un poco para nada, basándose en falsas esperanzas. Al final, no disfrutan de su experiencia en Internet. Y no hacen disfrutar a los demás. Y todo por un puñado de dólares.

5. Un porcentaje enorme de la publicidad está diseñada para engañar. Especialmente a los niños y a las personas más débiles. En televisión sólo pueden mentir diciendo que lo que anuncian es mejor, más barato, más nuevo, más sabroso o que lava más blanco. Nunca te dirán, por ejemplo, que vas a morir. Pero Internet es el caldo de cultivo ideal para la publicidad realmente engañosa, porque es menos controlable que otros medios. Muchos anuncios de recargas de móviles, logos, tonos y juegos llevan a trampas en números 806 de tarificación adicional, de cuestionable legalidad. Otros anuncian servicios P2P (como eMule, eDonkey) que de por sí son gratuitos. La publicidad de contenidos sexuales para adultos emplea el mismo sistema y esconde fraudes aprovechando que poca gente reclamará. De hecho, Internet está llena de porno, pero casi todo es publicidad porno - no hay apenas contenidos porno gratuitos. Los anuncios de casinos y sitios de apuestas buscan el oscuro lado ludópata de las personas más débiles, con menos autodefensas o fuerza de voluntad. Pasan por alto la legislación que prohibe esos anuncios en el Mundo Real™ o incluso la propia existencia de esos negocios en ciertas ciudades o países. Los abogados les asesoran bien. Estoy seguro de que si pudieran inventar que la gente fumara o bebiera alcohol conectándose a través del puerto USB, lo harían.

6. La publicidad contamina la Red, en especial los buscadores. La utilización de publicidad en forma de enlaces de texto, por ejemplo, es engañosa y contaminante. Pretende estar dirigida a las personas que leen las páginas aunque en realidad sólo sirve para la lean los robots de los buscadores, como Google. Pretenden «chupar» y «transmitir confianza» (en forma de PageRank) de sitios importantes, aprovechándose de la reputación de esos sitios en que ponen la publicidad. Algo que de otro modo nunca conseguirían. Y todo esto, sólo para aparecer más arriba, mejor «posicionados» cuando la gente busca ciertas palabras en Google o Yahoo. Al existir este formato de publicidad, del cual son culpables tanto los anunciantes como quienes admiten esos anuncios, el orden natural de los resultados de búsqueda queda contaminado. Puede aparecer más arriba quien más dinero tenga, no quien más relevancia tenga. Quedan contaminados los servicios principales, más importantes y más usados de la Red: los buscadores. Cuando una persona va a un buscador da por supuesto que los primeros resultados naturales serán los mejores, no los que más dinero haya gastado en una campaña de publicidad. Los marketoides creen lo contrario.

7. Mucha publicidad no está identificada: es engañosa y deshonesta. Como si fuera motivo de vergüenza, muchos sitios web y muchos anunciantes se niegan a marcar la publicidad con un claro letrero que diga «PUBLICIDAD». A pesar de que la ley obliga a ello en muchos países. Muchos sitios simplemente no ponen nada. Otros utilizan eufemismos como «Recomendamos», «Sitios Seleccionados», «Pub», «Top 123», «Selección», «Agradecimientos a» y similares. Algunos sitios publican contenidos procedentes de contratos publicitarios, patrocinios o esposorizaciones, pero sin indicar que cobran por ello. Algunos bloggers también lo hacen, incluso hay blogs enteros que son publicidad. Esto hace que no se pueda confiar en la honestidad de muchos sitios web, ni en los contenidos que publican. Hay que hacer un esfuerzo extra para distinguir los honrado de los «comprado». Además, la publicidad ni siquiera garantiza la independencia de muchos sitios web, ni de muchos medios de comunicación, argumento que suele usarse para defenderla. Todos tienen sus sesgos políticos, comerciales y empresariales, fruto de un montón de intereses ocultos y cruzados difíciles de entender para la gente corriente. Gente que sólo quería leer algo de información imparcial y honesta.

8. Todos los formatos de «spam» son publicidad. Este gran problema de Internet, de muy difícil solución en todos sus encarnaciones (correo electrónico, spam en comentarios en los blogs, spam en buscadores, etc.) tiene un origen sencillo de entender: la publicidad masiva y de bajo coste es rentable. Si alguien manda un millón de anuncios de Viagra y sólo un par personas compran, eso es suficiente para rentabilizar el negocio. Esas faltas de respeto a la privacidad y esos absusos de la arquitectura barata de Internet son lamentables, y no hay años de cárcel que compensen el tiempo que ha perdido en combatir el spam toda la población mundial de Internet. Por suerte, el spam es ilegal desde hace poco. No todos los publicitarios son spammers, pero todos los spammers basan su negocio en la publicidad. Llenan el tráfico de Internet con su correo basura, sus millones de páginas web falsas, sus granjas de enlaces, sus contenidos falsos, sus robots que spammean comentarios en los weblogs. Por desgracia, para muchos negocios que no entienden bien las reglas de Internet, la tentación de enviar correos no solicitados para vender algo es tan alta (y tan barata) que en su ansia por vender más y ganar dinero llegan a buscar y emplear cualquier resquicio legal para justificar un envío de publicidad: «Como compraste una vez un dominio en nuestro ISP, te ofrecemos ahora revelar tus fotos digitales en esta fabulosa tienda de otra empresa con la que nos hemos asociado». Oh, sí, justo estaba pensando ahora en eso, gracias.

9. La publicidad no respeta las reglas no escritas de la Web ni de Internet. Hay toda una carrera armamentística en la historia de las técnicas publicitarias que no respeta la filosofía original de Internet, ni sus «reglas no escritas», ni muchos de los estándares y tecnologías en que está basada. No es honesto abrir una ventana publicitaria cuando un usuario llega a una página web, porque no es eso lo que ha solicitado el programa navegador. Pero el crash de Internet de 2000 hizo que bajaran los ingresos por publicidad y algún idiota inventó los pop-ups para poder vender más. Y luego los pop-unders, que son lo mismo pero por detrás, inventados por otro idiota para vender cámaras web espía cuando la gente se cansó de los pop-ups. Y luego otro inventó las capas (layers) con anuncios que aparecen «encima» de la página. Y la publicidad de 10 segundos entre página y página. Y los robots que publicitan URLs en el IRC, o en otros sitios de chat. O en tu propio messenger, o cuando hablas por teléfono-IP. Y finalmente, se inventó la publicidad en los feeds RSS, que es como poner publicidad encima de la publicidad. Seamos realistas: si todas esas técnicas fueran técnicamente respetables, no existirían ni el software bloqueador de publicidad ni el «software anti-spyware». Curiosamente, años después de inventarse todas esas técnicas, ahora ese software anti-publicidad va incluído de serie en los más importantes navegadores web y sistemas operativos. Una historia muy darwiniana.

10. La publicidad en Internet es estúpida. Todas las promesas de los 90 sobre publicidad perfectamente segmentada para cada persona según su ubicación física, sus intereses, su perfil de gustos, compras, y todo lo demás, era mentira. Sencillamente, no funciona. No hay que ser ningún genio para darse cuenta de que tampoco funciona ahora, siglo XXI. Verás publicidad en inglés aunque no hables nada más que español. Anuncios de sitios que no están en tu ciudad y donde nunca comprarás. Productos para hombres aunque seas mujer, anuncios de cosas que no encajan contigo o que odias. Vaya, no es muy distinto de la televisión. En Internet esto no cambia porque es un problema tecnológico muy complejo. Ni siquiera las tiendas web tienen buenos servicios de recomendaciones para clientes de los que conocen todos sus datos, gustos y compras. ¿Qué puedes esperar entonces de un sitio al que llegas por primera vez, excepto un bombardeo masivo? Para colmo, la gente se resiste a ser «targetizada y segmentada» y además las cookies están perdiendo su efectividad para identificar a las personas que llegan a los sitios webs. ¿Dije ya que los anunciantes también son estúpidos? Bueno, se anuncian en Internet a pesar de todo esto, como si eso no fuera un problema o como si los argumentos de quienes venden espacio publicitario fueran suficientes. «Llegará a usted a una audiencia de tal y tal miles de usuaros únicos con un perfil segmentado de tal a tal edad y tal a tal sexo y...». En realidad, a ti te da un poco igual: ninguna de esas empresas te escuchará ni querrá hablar contigo. Aunque podrían hacerlo, porque a lo mejor escribes cosas sobre ellos en tu página web o en tu weblog. Sencillamente, no te están escuchando. Sólo quieren tu dinero. Bueno, ¿Queréis que os compremos productos? Pues nosotros queremos que nos prestéis atención.

M.A. Lic. Ruddy Miguel Girón López
Curso Géneros Periodísticos II Año 2008
Universidad de San Carlos de Guatemala
Escuela de Ciencias de la Comunicación
Plan de Autoformación a Distancia -PAD-

El Reportaje. Documento para clase del 11/10/08.

Reportaje

El reportaje (del italiano reportagio) es un relato periodístico de historias protagonizadas por personas a las que se relaciona con su contexto. Se basa en un testimonio lo más directo posible que explica con palabras, imágenes, y desde una perspectiva actual, acontecimientos de interés público.

En cuanto a su estructura, el reportaje permite integrar prácticamente cualquier posibilidad narrativa siempre que no altere la veracidad del relato (se puede intercalar el lead de una noticia con una entrevista o declaraciones acotadas) en el que no caben valoraciones personales.

La entrevista y la encuesta se utilizan como elementos auxiliares en lo que a explicación de hechos se refiere. Aquí se describe la personalidad, tanto objetiva como subjetivamente, es decir, con la mayor cantidad de detalles y circunstancias que enmarcan su existencia.

Un reportaje de semblanza dejará al lector con la sensación de conocer a fondo a la persona entrevistada: sus virtudes, defectos, habilidades, sentimientos, preferencias personales, su pasado, sus valores actuales y su visión y ambición hacia el futuro.

Tipos de reportaje

• Científico: Este tipo de reportaje destaca los avances y descubrimientos científicos más recientes. Interpreta los términos científicos haciéndolos entendibles para receptores de todo nivel cultural. Los reportajes médicos, ecológicos, astronómicos, bioéticos, etc.

• Explicativo: Se presta a ahondar en hechos de trascendencia entre la opinión pública, tiene un fondo predominantemente noticioso, pero detalla las causas y efectos de la noticia o serie de eventos noticiosos.

• Investigativo: El reportaje investigativo requiere una labor casi detectivesca del periodista para captar detalles completamente desconocidos sobre un hecho en particular. Requiere mucha confianza de las fuentes en el reportero, las que aportarán pruebas y documentos en muchos casos confidenciales, con la total certeza que el periodista no revelará sus nombres.
Este tipo de reportaje habitualmente contiene cifras actualizadas y datos estadísticos en relación con el tema. Por la seriedad y extensión del reportaje (normalmente una serie de ellos), a veces requiere la participación de dos o tres periodistas que deben profundizar y verificar la información, así como evitar filtraciones o fugas informativas antes de la publicación de la investigación periodística.

• De interés humano: Es aquel que esta centrado en una persona o en una colectividad, dando relevancia a su vida o a un aspecto de su vida.

• Libre: el reportaje libre nos presenta una estructura a elección, y menos extenso que los otros. Se utiliza mayormente en los niños que hacen tareas.

La clasificación del reportaje se puede llevar a cabo con base en criterios de contenido o puramente formales. También se puede clasificar el reportaje por la estructura que adopta (docudrama, documental, series, informativos especiales...)
No hay que confundir el gran reportaje con el documental, cuya principal característica es su atemporalidad, ya que en general su objeto está desligado de la actualidad inmediata. Sin embargo, ambos admiten una cierta seriación, pese a que el reportaje tiene que estar anclado en la actualidad.

Tampoco hay que confundir el gran reportaje (que se basa en el relato de hechos presenciados por el periodista) con el informe, género que se utiliza muchas veces para anunciar acontecimientos de gran interés (por ejemplo, la visita de un dignatario extranjero), como consecuencia de informaciones de relieve que los responsables de la cadena consideran que deben ser conocidas por la sociedad con cierta profundidad (un descubrimiento científico) y también como puente entre dos momentos de actualidad (un conflicto bélico donde se resume lo más importante que ha ocurrido, porque se prevé una acción de importancia próxima).

El reportaje

1. Introducción

El reportaje se caracteriza, con respecto a otros géneros periodísticos, por su diversidad funcional, temática, compositiva y estilística. Desde el punto de vista compositivo y estilístico, es un género muy versátil, ya que puede incorporar y combinar múltiples procedimientos y recursos de escritura, absorber en parte o del todo otros géneros periodísticos informativos -como noticias, informaciones, crónicas, entrevistas...- y de opinión -columnas y comentarios- y además puede asimilar parcial o totalmente géneros literarios y artísticos -como la novela, el ensayo, el short story, el cine o el teatro.

El único límite lo imponen las exigencias de claridad, exactitud y eficacia inherentes a todo periodismo informativo de calidad (1).

Como afirma Albert Chillón, la importancia que merece el reportaje es tal que debería ocupar un lugar dentro de la cultura periodística análogo al que tiene la novela en la cultura literaria. Y añade: "Gracias a su diversidad de manifestaciones, a las múltiples funciones comunicativas que ejerce y a la versatilidad temática, compositiva y estilística que le es inherente, el reportaje es con diferencia el más flexible, el más complejo y también -como la novela- el más camaleónico de los géneros periodísticos" (2). En definitiva, se trata de un género que puede satisfacer todas las exigencias del lector contemporáneo y, a la vez, permitir al reportero captar con profundidad la realidad, llegar a la esencia de los hechos y de los acontecimientos.

2. Definición y clasificación

Se han hecho muchas definiciones del género reportaje, la mayoría de autores como Emil Dovifat, Martín Vivaldi, Martínez Albertos, etc. La que Xosé López y Miguel Túñez hacen, si bien no es necesariamente la más acertada, sirve para una aproximación definitiva a una definición correcta: es un género informativo en el que se refieren hechos que no tienen por qué ser estrictamente actuales, con un estilo informativo que permite más libertad que la noticia, y sin continuidad en el temario de los medios (3).

Establecer una tipología correcta es una cuestión difícil debido a las múltiples posibilidades de clasificación que existen. Al igual que ocurre con la definición, los expertos ofrecen diferentes visiones que no voy a desarrollar aquí. A modo de síntesis, se puede afirmar que existe una tendencia bastante generalizada a hacer una distinción entre el reportaje objetivo como género informativo, y el interpretativo, donde si bien el periodista no opina directamente, sí puede incorporar elementos analíticos.

Aunque algunos autores ya defendieron una clasificación de los géneros periodísticos en base a criterios (4), es muy acertada la de Albert Chillón, que alude a tipos de reportajes diferenciables entre sí en virtud de criterios diversos:
El criterio temático permite reconocer reportajes judiciales, de sucesos, de viajes, biográficos, autobiográficos, de sociedad, de costumbres, de interés humano o históricos; si se tienen en cuenta las funciones que ejercen y las modalidades de tratamiento de la información, pueden distinguirse reportajes informativos, interpretativos, de investigación, de precisión, de saturación, de encuesta, de pronóstico o de servicios; si se considera el formato, reportajes breves, grandes reportajes, reportajes seriados, informes, dossiers, etc.; si las características estéticas y formales, reportajes narrativos, explicativos, descriptivos, de citas, así como modalidades híbridas tales como el reportaje-diario, la crónica-reportaje, el reportaje cinematográfico, el reportaje epistolar, el teatro-reportaje, el feature, el reportaje novelado, y la novela-reportaje; en último lugar, ateniéndonos al soporte y al canal de difusión, se puede hablar de reportajes impresos, televisivos, radiofónicos, cinematográficos, videográficos, libros-reportaje, etc. (5).

3. Breve historia del reportaje

Como dijo Martín Vivaldi, "el reportaje es tan antiguo como la Humanidad" (6), y es de suponer que siempre hubo hombres dispuestos a contar aquellos sucesos o hechos de que habían sido testigos y que se consideraban dignos de ser conocidos y, por tanto, divulgados.

También Albert Chillón se sitúa en esta línea, al afirmar:
(...) la función de reportar novedades, noticias o testimonios es probablemente tan antigua como la misma existencia de la escritura, el género reportaje como tal se ha ido configurando a medida que la cultura periodística ha diversificado sus funciones y refinado sus técnicas (7).

Y al tratar de determinar en qué momento de la historia se produce su nacimiento, Chillón señala:
"A mi parecer, va a nacer de la literatura testimonial tradicional -especialmente de las crónicas, relaciones epistolares, estampas costumbristas y relatos de viaje-; se va a ir configurando aproximadamente durante la primera mitad del siglo XIX, con la sustitución de la prensa de partido (...) característica del siglo XVIII por la prensa informativa de amplia difusión; y se va a consolidar, entre las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, con el advenimiento de la denominada sociedad de comunicación de masas, de la mano de las agencias de noticias, los documentales cinematográficos, los informativos radiofónicos y, sobre todo, de los magazines ilustrados y los grandes diarios de información general (8).

Alrededor de la mitad del siglo XX, los responsables de periódicos se dieron cuenta de que el mundo se había convertido en algo tan complicado en sus políticas, sus economías y sus ideologías, que era necesario apoyar los textos con comentarios para presentar las noticias de una forma clara; de esta manera, los directores se inclinaron hacia lo que llamaban "reportaje interpretativo" (9). Así es cómo surge una modalidad de reportaje diferente y superadora del concepto clásico representado por el reportaje objetivo.

Es durante las décadas de los 50 y 60 cuando el llamado "gran reportaje" o reportaje en profundidad vive sus momentos dorados. Lo que había empezado como una modalidad periodística típica de las revistas gráficas, saltaba a los periódicos diarios mediante una serie de adaptaciones.

De este modo, el reportaje interpretativo se convirtió a principios de los 70, en una de las piedras angulares y básicas del llamado "Nuevo periodismo", que, según Sebastiá Bernal y Albert Chillón, designa un heterogéneo conjunto de obras y autores cuyo denominador común consiste, en primera instancia, en su más o menos drástica distinción con respecto al periodismo escrito convencional publicado en Estados Unidos hasta los primeros años de la década de los sesenta (10).


La periodista Maruja Torres da una definición muy simplificada, aunque no por ello menos correcta, del nuevo periodismo, haciendo alusión a la tan estudiada relación del periodismo con la literatura (11). Para ella no es sino "una cosa que ha estado de moda en los Estados Unidos, pero que no consiste en el fondo más que en enfocar el periodismo como si fuese literatura" (12).

Cuando en 1976 apareció en España la primera edición de "El nuevo periodismo", de Tom Wolfe, considerado por muchos como el principal representante de esta nueva tendencia, profesionales como Vázquez Montalbán, Francisco Umbral, Rosa Montero, Manuel Vicent, o Maruja Torres, entre otros, llevaban ya algún tiempo rompiendo con el aburrimiento de la prensa española tradicional. Este hecho prueba que ha sido exagerado el pretendido carácter innovador de conocidos periodistas norteamericanos como Wolfe, Southern, Greenfield, Thompson, etc.

Lo que sí parece claro es que uno de los rasgos más destacados de esos años es la crisis del denominado "estado de bienestar". Este fenómeno se manifestó de forma particular en las generaciones más jóvenes de la época, que pusieron en entredicho los fundamentos del orden social vigente.

En la actualidad, puede decirse que el nuevo periodismo es un fenómeno prácticamente acabado, y la publicación de sus trabajos se ve reducida a suplementos dominicales y algunas revistas y diarios convencionales.

Sobre el tipo de reportaje que hoy se publica en la prensa, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, existen opiniones muy dispares. Hay autores que encuentran motivos para opinar que el reportaje es un género abocado al fracaso y que su fin está próximo, pero las razones que me llevan a pensar lo contrario están suficientemente fundamentadas como para defender con solidez la visión que expongo a continuación.

4. El reportaje de hoy y del mañana

Actualmente, los reportajes suelen relegarse en la práctica a una serie concreta de secciones no consideradas centrales de los periódicos, un hecho que, según Sebastiá Bernal y Albert Chillón, "da cuenta de la escasa importancia y 'seriedad' informativa que los responsables de los diarios le otorgan"; y añaden: "Se da una relegación de los textos informativos de creación a las secciones y unidades periféricas del diario, del centro 'serio', 'objetivo' y 'ponderado', donde se ofrece la información considerada fundamental" (13).

Valga como ejemplo el diario El País en España, donde casi todos los reportajes se ven relegados a las secciones de Cultura, Espectáculos, Contraportada, Sociedad y suplemento dominical. Este hecho se repite en muchos otros diarios, sea cual sea su procedencia, y viene a confirmar, defendiendo la opinión de Bernal y Chillón, la consideración que los periódicos prestan a los géneros más creativos valorándolos como textos secundarios.

Retomando el caso de El País, el hecho de que la mayoría de los reportajes tiendan a concentrarse en unas pocas secciones podría llevar a pensar que este género está condicionado por ciertos temas, pero quizás dependa más del talante de los profesionales y de las rutinas periodísticas que de los ámbitos temáticos de las secciones en las que aparecen.

A pesar de lo dicho, la prensa de masas, desprovista del monopolio de la información por los medios audiovisuales y por las nuevas tecnologías de la información, sí va demostrando desde hace unos años sensibles transformaciones técnicas, productivas, estéticas, temáticas y estilísticas.

En los textos informativos convencionales, la desaparición del autor, que es eclipsado por el periódico o institución para la que trabaja, homogeneiza los estilos y los modos de informar y ofrece una falsa apariencia de neutralidad, objetividad, imparcialidad, apoliticismo e independencia informativa, mientras que los denominados "productos informativos de creación" (14), y más en concreto el reportaje, devuelven a los lectores la certeza de estar siendo informados por una persona reconocible -no olvidemos que los reportajes, por norma general, se publican firmados-, dotada de un estilo personal y susceptible de equivocarse.

La realidad que nos rodea es cada vez más compleja y el lector contemporáneo es diferente y se ha creado nuevas necesidades y exigencias, no sólo de estar informado conociendo lo que ocurre sino también por qué, para qué y cómo ocurre. Esto determina la necesidad de nuevos métodos y técnicas a la hora de escribir, que se encuentran sintetizados en el que debería ser el género predominante por excelencia en las próximas décadas, el reportaje.

A modo de ejemplo, los resultados de una encuesta hechos públicos en el Congreso Internacional de Prensa, celebrado en Amsterdam en junio de 1997, dan a conocer que el 50% de los lectores de prensa adultos considera "muy importante" la publicación de reportajes de investigación, y un 64% declara que leería más la prensa si los periódicos ofrecieran una mayor explicación de temas complejos (15).

Obviamente, no se puede ignorar la postura que toman los estudiosos que auguran el fin del nuevo periodismo, y en cierto modo del género reportaje. Defienden su postura, argumentando que es evidente el incremento del número de fotografías y la reducción de texto en las páginas de los periódicos, y que aunque el lector desearía más géneros interpretativos, se impone la necesidad de reducir el número de páginas, debido a los elevados costes del papel en el mercado (J. Lluís Gómez-Mompart, Santiago de Compostela, 1995).

En contrapartida, los beneficios que aporta este tipo de géneros no son pocos. Esto lo constata Martín Vivaldi en sus comentarios sobre el gran reportaje, extensibles a cualquier reportaje elaborado con verdadera profesionalidad, independientemente de su extensión:
Cumple una misión, no sólo informativa sino cultural de primer orden. Informa a los lectores, comunica cuanto de comunicable haya en el mundo y, al propio tiempo, conforma sus gustos, afina el paladar literario del público lector, porque la información realizada y trabajada con altura, con nivel literario y precisión periodística -incluso con preocupación filosófica- puede ser (...) una poderosa fuerza educativa (16).

No debemos olvidar al periodista, más concretamente el reportero. Éste debería contar con las condiciones necesarias para salir de la rutina de trabajo que supone escribir diariamente informaciones "en serie", y que le permitan captar cualquier aspecto de la realidad -tanto político como económico o social- con profundidad, llegar a la esencia de los hechos y ofrecérselos al lector analizados detalladamente.
En relación con lo anterior, J. Antonio Zarzalejos, director de El Correo Español-El Pueblo Vasco, niega el declive de este género y está convencido de que se camina hacia un periodismo más interpretativo de las noticias, que los lectores ya no se conforman con la información efímera, y que cada vez se hace más patente la necesidad por parte de los periódicos de recuperar el protagonismo de géneros como la entrevista, la crónica o el reportaje, además de incorporar profesionales de calidad que permitan a la prensa cumplir con su función adecuadamente. (J. Antonio Zarzalejos, Santiago de Compostela, 1998).

5. Conclusiones

Actualmente, la función puramente informativa es cubierta por los medios de comunicación hegemónicos como la radio o la televisión con una inmediatez insuperable por la prensa. Por ello el periodismo más creativo, más literario, debería extenderse a todas las páginas de los periódicos, como respuesta a unas necesidades del lector que los medios audiovisuales no cubren.
Los productos informativos de creación, y el reportaje en mayor medida, son la clave para imaginarse cómo será la prensa en las próximas décadas, cuando adquieran más importancia en las páginas de los periódicos la reflexión, la crítica y la interpretación sobre las informaciones ofrecidas masiva e instantáneamente por los nuevos medios emergentes -como Internet- de la nueva era multimedia que estamos viviendo.

Como señalan Bernal y Chillón:
"El abandono efectivo de su primigenia función informativa en manos de los mass-media audiovisuales y de los futuros medios basados en el desarrollo de la telemática conducirá irremediablemente a la prensa hacia la adopción de funciones de profundización, contextualización y argumentación de las noticias "duras" servidas a través de aquellos canales" (17).

Su convencimiento es tal que extienden sus predicciones, augurando el protagonismo de los géneros interpretativos más allá de la prensa diaria:
"Junto con el previsible incremento de la importancia de los géneros interpretativos tradicionales, es posible prever el desarrollo de nuevas concepciones y prácticas informativas que, en su caracterización formal, estilística y estructural, se asemejarán a los modelos que hoy son patrimonio exclusivo de los medios escritos de periodicidad semanal o mensual" (18).

En concordancia con estos autores, es de esperar que la prensa, si actúa de manera inteligente, abdicará de los modelos inspirados en el periodismo hegemónico anglosajón. Si los gestores de la información escrita quieren afrontar con éxito los numerosos retos que se avecinan y sobrevivir ante los nuevos medios, este hecho deberá ser una realidad más que un boom coyuntural como el que pareció suponer el nuevo periodismo estadounidense.

BIBLIOGRAFIA

BERNAL, SEBASTIA y CHILLON, LLUIS ALBERT, Periodismo informativo de creación. Barcelona, Mitre, 1985.
CASSASUS, J. Mª y NUÑEZ LADEVEZE, LUIS, Estilo y géneros periodísticos.
CHILLON, LLUIS ALBERT, La literatura de fets. Barcelona, Libergraf, 1994.
CHILLON, LLUIS ALBERT, Literatura y periodisme. Literatura periodística y periodisme literari en el temps de la post-ficció. Valencia, Univ. de Valencia, U. de Alicante, Jaume I de Castelló, 1993.
LOPEZ, XOSE y TUÑEZ, MIGUEL, Redacción en prensa: a noticia. Lea, Santiago de Compostela, 1995.
LUTHER MOTT, FRANK, A history of American magazines. Cambridge, 1968.
MARTIN VIVALDI, GONZALO, Géneros periodísticos. Madrid, Paraninfo, 1987.

Notas

Aunque las alusiones al reportaje en las más importantes obras sobre teoría, historia y técnica del periodismo son constantes, no se han escrito monografías que se puedan considerar satisfactorias. La explicación de esta falta hay que buscarla, primero, sin duda, en la adolescencia de los estudios periodísticos, marcados en general -con contadas excepciones- por el espíritu normativo y por la falta de rigor teórico e historiográfico, entre otras cosas.

La abundancia bibliográfica sobre periodismo es pródiga en alusiones a la técnica del reportaje, pero sorprendentemente faltan obras específicas de carácter teórico e histórico que puedan fomentar una reflexión sistemática y rigurosa sobre el género. Las principales contribuciones al estudio del reportaje proceden de Estados Unidos y, en menor medida, de Alemania y Francia. Son, en su mayor parte, anuales de contenido general, dedicados a la didáctica del reportaje, y suelen tener un carácter prescriptivo, poco proclive al análisis y la descripción del género.

Albert Chillón, La literatura de fets, Barcelona, Libergraf, 1994).
(1) Lluís Albert Chillón, La literatura de fets , Barcelona, Libergraf, 1994.
(2) Ibídem.
(3) Xosé López y Miguel Túñez, Redacción en prensa: a noticia, Santiago de Compostela, Lea, 1995.
(4) Puede verse en las páginas dedicadas a "Análisis del sistema teórico de los géneros periodísticos", en Estilo y géneros periodísticos, de J. Mª Cassasús y Luis Núñez Ladeveze.
(5) Lluís Albert Chillón, La literatura de fets, Barcelona, Libergraf, 1994.
(6) Gonzalo Martín Vivaldi, Géneros periodísticos , Madrid, Paraninfo, 1987.
(7) Lluís Albert Chillón, La literatura de fets , Barcelona, Libergraf,1994.
(8) Ibídem.
(9) Frank Luther Mott, A history of American Magazines. Vol. V: Sketches of 21 magazines(1905-1930) Cambridge, Mass., 1968.
(10) Sebastiá Bernal y Lluís Albert Chillón, Periodismo informativo de creación , Barcelona, Mitre, 1985.
(11) Para una información más detallada sobre esta cuestión Albert Chillón, Literatura y periodisme. Literatura periodística y periodisme literari en el temps de la post-ficció, Valencia, Univ. de Valencia, U. de Alicante, Jaume I de Castelló, 1993.
(12) Sebastiá Bernal y Lluís Albert Chillón, Periodismo informativo de creación, Barcelona, Mitre, 1985.
(13) Sebastiá Bernal y Lluís Albert Chillón, Periodismo informativo de creación, Barcelona, Mitre, 1985.
(14) Sebastiá Bernal y Lluís Albert Chillón, Periodismo informativo de creación, Barcelona, Mitre, 1985.
(15) McKinsey & Company, Circulation winners-presentation to the World Association of Newspapers, Amsterdam, 1997.
(16) Gonzalo Martín Vivaldi, Géneros periodísticos, Madrid, Paraninfo.
(17) Sebastiá Bernal y Lluís Albert Chillón, Periodismo informativo de creación, Barcelona, Mitre, 1985.
(18) Ibídem.

Genéros Periodísticos II Año 2008
Universidad de San Carlos de Guatemala
Escuela de Ciencias de la Comunicación
Plan de Autoformación a Distancia -PAD-
M.A. Lic. Ruddy Miguel Girón López

LA COLUMNA, desde mi punto de vista. Por Ruddy Girón. Clase del 27/09/08.

LA COLUMNA

Empezaré por definir los rasgos que caracterizan la columna. Adelanto que mencionaré aquellos sobre los que en la actualidad existe un acuerdo unánime, y subrayo lo de en la actualidad como una precaución, porque, como los géneros son hechos culturales e históricos: es decir, son producto de la creación humana (no son objetos naturales) y tienen biografías: nacen, cambian, se transforman, e incluso desaparecen, nada obliga a que la columna de nuestros días siga siendo la columna de mediados del siglo XXI.

El primero es la firma fija. Es tan de sentido común que la columna va ligada a un nombre que da cierto apuro decirlo, pero es una de las alusiones constantes. Así, Jiménez Losantos dice que la columna “es lo que se empieza a leer por el nombre”. Dicho sea de paso, este rasgo explica por qué el título de una columna, aun teniendo su importancia, no es tan decisivo a la hora de captar a un lector (por lo menos cuando el columnista ya se ha ganado un prestigio).

Es tan cierto lo de la firma y el nombre que con las columnas suceden al menos estos cuatro asuntos:

1) Mientras que al enfrentarnos con las noticias y los reportajes pensamos “ a ver qué se dice aquí sobre este tema”, en el caso de las columnas nos viene a la cabeza algo así: “Vamos a ver qué dice este columnista sobre este tema”.

2) El columnista cuenta “lo que le pasa”, mientras que en el resto de los artículos de un periódico se cuenta “lo que pasa”. El acento se pone en la firma, en la persona.

3) Se dice que el periódico tal informa de algo, mientras que se dice que fulanito de tal afirma algo en un periódico determinado.

4) En principio, la responsabilidad judicial de lo que se dice en una columna compete al columnista no al periódico.

Por lo dicho, se ve que la firma es un rasgo necesario, pero inmediatamente hay que añadir que no suficiente. ¿Qué otras características debemos encontrar en un texto para llamarle columna? Los mencionaré sin demasiadas explicaciones, porque no se necesitan.

Sección fija. el texto no aparece necesariamente en la misma página; pero desconcertaría que apareciera en cualquier página del periódico. Además sería un síntoma evidente de que ese columnista no tiene una abundante clientela fiel. En general suele respetarse también la paginación

Asiduidad o frecuencia de aparición. No es necesaria una periodicidad fija; eso sí, tiene que haber una continuidad que sea percibida por el lector.

Por ejemplo, la columna y el comentario son distintos en razón de esta característica y otra que se deriva de ella: la intimidad y confianza que se crea entre columnista y lector. El comentario es un punto de vista o un texto explicativo que aparece al lado de una información. La firma el jefe de sección o el que ha cubierto la información. Cumple alguno de los requisitos de la columna, pero carece de continuidad y por tanto de la intimidad entre escritor y lector que surge con las columnas.

Junto a esos tres rasgos, y ya en un segundo nivel, habría que situar:

La relevancia tipográfica. Se tiende a buscar una distinción visual: un recuadro, una fotografía, etc.).

La extensión similar. Obviamente, existe cierta homogeneidad entre las columnas de un mismo articulista; e incluso, en algunos casos, la extensión es idéntica día tras día. Ahora bien, las dimensiones pueden cambiar mucho sin que se desdibuje la columna.

Por último los hay que exigen una cabecera o un título general, pero:

*Hay columnas que no la tienen
*Hay cabeceras que comparten columnistas distintos
*Hay cabeceras que son exclusivas de un columnista

Al margen de estos rasgos, más externos que internos hasta el punto de que alguien llegó a decir que “columna es un espacio fijo que un medio de comunicación asigna a una determinada firma” (Vivaldi); la columna se caracteriza por su absoluta libertad. Dice Contreras que la columna “es libre porque uno escribe lo que le da la gana y cómo le da la gana, siempre y cuando, claro, tenga fundamento. A la vez es de las que más responsabilidad exige, porque en cada artículo se juega uno su prestigio”. Evidente, cuanto mayor es el grado de libertad más aumenta la responsabilidad: no hay a quien culpar cuando uno decide en solitario.

Manuel Hidalgo, Gomis, Pilar Urbano insisten en la idea de la columna como terreno acotado, como ámbito de la privacidad, como espacio en el que uno da su personal visión de lo que pasa. Y esa idea subraya la mencionada de la libertad.

¿En qué se concreta esa libertad?

-Temas e ideas. Es cierto que existe una tendencia a la especialización temática por secciones: hay columnistas deportivos, de política nacional, internacional o local, de economía, etc. Ahora bien, el columnista elige dentro de ese ámbito temático amplio el tema de su columna y las ideas que va a expresar al respecto.

En cuanto a las ideas, los periódicos buscan a aquellos columnistas que más concuerdan con su línea ideológica y los columnistas buscan aquellos periódicos donde se sienten cómodos, aquellos donde más cercana les resulta la audiencia, porque su audiencia se nutre de la audiencia del periódico. Habitualmente no existe una disparidad brusca, clara y manifiesta –de modo continuado al menos– entre columnista y periódico.

(Lógicamente, en caso de conflicto, se impone el director. Al columnista le queda la posibilidad de abandonar el medio.)

-Estilo. Hay ejemplos para todos los gustos. La familiaridad de los textos noticiosos desaparece en las columnas. En todo caso, es lógico que el columnista respete las características de todo buen escrito: unidad, claridad, precisión y concisión. Debe huir del barroquismo y la complicación. Quien no respete esas normas se quedará pronto sin lectores, salvaguarda de su independencia y sostén de su columna.

Dentro del aspecto estilístico, hay también libertad para elegir el tono. Mientras que las noticias se caracterizan por un tono más o menos homogéneo; en las columnas, el periodista dispone de mayor margen de maniobra y puede optar por un tono formal o informal, irónico, humorístico, agresivo, polémico, suave, confidencial, etc.

-Estructura. Está muy poco formalizada: lógico, si decimos que la columna se caracteriza por el toque personal, cuanto más formalizado, menos personal. Eso sí, hay que preocuparse mucho por los comienzos y los finales. La entrada es fundamental y el final también. No puede ser que la columna termine sin más y que sea el punto final el que indique al lector que ha concluido. Es decir, el texto no se puede parar sin más como sucede con las noticias construidas con el formato de pirámide invertida.

-Formas expresivas. Por formas expresivas entiendo las distintas posibilidades que tenemos de usar el lenguaje. No hablo aquí de tipos de texto, sino de maneras de usar el lenguaje: la narración, la representación (diálogo) y la argumentación. Hay:

*columnas narrativas. Ahora no con la profusión de antes ni con la de otros países como Estados Unidos. Pero las hay. Pueden ser:
#ficticias
#reales
*columnas representativas: también pueden ser reales o ficticios.
*columnas argumentativas

*columnas con combinaciones:
#narración +representación
#argumentación + narración
#argumentación + representación

Más difícilmente nos encontraremos columnas exclusivamente descriptivas. La descripción como técnica de escritura básica suele complementar a las otras formas expresivas.

La amplísima gama de posibilidades que se le ofrece al columnista le obliga a elegir. Y esas elecciones de temas, ideas, tonos, estilos; junto a otras decisiones especialmente relativas a los valores y su jerarquía van mostrando una personalidad, una manera de ser y comportarse ante los acontecimientos, unas preferencias morales –y a veces, políticas –, unas determinadas intenciones y unos gustos. Todos esos elementos crean lo que la retórica clásica denominaba el ethos del orador, el talante. El columnista deja en sus artículos una impronta de sí mismo que configuran un talante determinado que se convierte en un banderín de enganche: todos aquellos de entre los lectores cuyo talante coincide con el del columnista acaban convirtiéndose en su audiencia.

La coincidencia con ese talante hace que nosotros otorguemos al columnista los rasgos de sinceridad, credibilidad y competencia. Tendemos a fiarnos de aquellos con los que habitualmente coincidimos, aquellos con los que compartimos valores y planteamientos, aquellos que reaccionan ante las cosas, las personas y los acontecimientos de un modo similar a como lo hacemos nosotros. Esas similitudes nos hacen sentirnos a gusto con un columnista y fiarnos de él. De ahí nace una característica esencial: la fidelidad al columnista y la atmósfera de intimidad que existe entre columnista y lector.

Surge una espontánea adhesión a ese columnista porque existe una sintonía en todos o la mayoría de aquellos elementos.

Zinsser escribe al respecto en su conocido On Writing Well:
*"Cuando decimos que nos gusta el estilo de un escritor, queremos decir que nos gusta su personalidad tal y como se expresa en el papel" (p. 267)
*"Siempre sentí que mi estilo es la cuidadosa presentación en el papel de quien pienso que soy" (p. 268)
*"Pero en la cuestión de si al público le gustas o le gusta lo que dices, o está de acuerdo con ello o siente afinidad por tu sentido del humor o tu visión del mundo, no te des un momento de preocupación. Eres quien eres, él es quien es, y os lleváis bien o no" (p. 28)

Dice Vivaldi en Géneros periodísticos: "El contraste de un buen artículo periodístico, su 'ley', es el comentario del lector. Comentario positivo, no negativo, elogioso, no vituperante; cuando el que lee piensa o comenta: 'esto es lo que yo digo'. Y siente como un regusto íntimo de encontrar dicho por otro -bien dicho- lo que él ha pensado siempre. Entonces, cuando el artículo obtiene este eco o resonancia popular -en el más noble sentido del vocablo 'popular'-, solo entonces puede decirse que hubo comunicación, mensaje: verdadero artículo periodístico" (p. 189).

En definitiva, la impronta, la imagen, la personalidad, el yo que aparece –el que somos capaces de perfilar y dibujar a partir de las líneas de un artículo – resulta una persona fiable, creíble y digna de confianza para sus lectores. Cuando esa personalidad de papel con la que coinciden en valores, ideas, preferencias morales [estas tres se ven también por a quién alaba, por qué alaba, cómo juzga los acontecimientos, cómo reacciona ante ellos…], intenciones, gustos, tono vital, estilo, etc. sintoniza con la suya; cuando el talante del columnista –que es todo eso junto – coincide más o menos con el suyo o con el que les gustaría tener; ese talante actúa como banderín de enganche.

Entonces se produce un fenómeno curioso: esos lectores que sintonizan se convierten en audiencia y los que no, se quedan en simples lectores. Y ¿cuál es la diferencia entre audiencia y lector? Un simple ejemplo bastará para entenderlo. Yo suelo leer a Shetumul una doble razón profesional: (1) es un columnista de renombre que debo conocer dada mi dedicación profesional y (2) de él intento aprender a escribir: a crear metáforas e imágenes gráficas, comparaciones y analogías, vocabulario, etc. No me incluyo entre la audiencia de Shetumul me fío poco de lo que dice, y, en ocasiones, me enfado con él. Pero sí me cuento entre los lectores de Shetumul.

En resumen. Uno puede acercarse y leer a un columnista porque quiere aprender a escribir, y ese escritor domina a la perfección el lenguaje o dispone de un caudal léxico abundante, o porque quiere saber lo que dice sobre un tema determinado para rebatirle o porque habla de uno en una columna o porque uno es un crítico y quiere valorar su estilo, etc. Y así podríamos seguir enumerando razones. Pero solo nos convertimos en audiencia cuando le leemos porque sintonizamos con él, porque nos sentimos a gusto, porque al acabar decimos: cuanta razón tiene o este periodista tiene un gran sentido común. Además, dependiendo de los temas solemos añadir: cuanto sabe, es muy competente. Por eso el columnista nunca intenta producir grandes cambios en su audiencia: más bien sirve como contrafuerte, como asegurador, como puntal que la reafirma en los valores ya compartidos.


Además, esto explica que una de las mejores maneras de aprender a escribir columnas sea la de leer algún columnista que nos guste: si nos gusta, es que coincidimos en los talantes, por tanto nuestro yo, nosotros mismos, nos encontramos cómodos en ese cauce expresivo. Luego, poco a poco, iremos adquiriendo nuestro toque personal, distinguiremos nuestra propia voz, porque nadie es exactamente igual a otro: sentiremos la necesidad de encontrar nuestro propio estilo.

Aquí les quise compartir un poco del criterio que tengo de LA COLUMNA, espero les deje algo a ustedes y podamos en la clase poder desarrollar este apasionante tema, es de los que más me gusta porque permite expresar uno, no otro ú otros, aparte de asumir mi responsabilidad a la hora de escribir y ese reto es atrapante.

LA COLUMNA, un tema que no puede falta de conocerse y ojalá que dentro de ustedes existan grandes columnistas que logren atrapar la atención de muchas personas y puedan crecer como profesionales.

Seguimos en contacto, mientras tanto...que el éxito les acompañe.

M.A. Lic. Ruddy Miguel Girón López

LA COLUMNA. Clase del 27/09/08.

LA COLUMNA

«No tienen nada que hacer en el periódico los literatos al viejo modo, esos caballeros necios y magníficos que se sacan artículos de la cabeza sobre todo lo divino y lo humano (...) [que] todas las mañanas meten por debajo de la puerta sus impertinentes prosas» . Con estas palabras, el periodista andaluz (y autor de una memorable narración biográfica de Juan Belmonte) expresaba en 1928 su deseo de desterrar del periódico al escritor y sus escritos.

Baldío resultó tal anhelo que, lejos de cumplirse, sólo llega a expresar la frustración ante la presencia de los literatos en la prensa, presencia que, desde la época democrática reiniciada, es especialmente marcada en la modalidad del columnismo; desde 1975 asistimos a un auge sin parangón de la columna, especialmente la que es cultivada por escritores, que contribuye a la configuración de un género en gran medida nuevo en las letras españolas, un género heredero, eso sí, de fuentes autóctonas y de una rica tradición de simbiosis entre literatos y prensa y de la prosa «impertinente» de aquellos que desde hace por lo menos dos siglos se ha introducido en los periódicos.

Algunos antecedentes

La columna como género propiamente dicho y en el sentido en que lo entendemos hoy no aparece en España hasta el siglo XX, aunque tan poca relevancia tiene como género bien delimitado en la prensa que sólo mediado el siglo XX aparece una primera referencia a ella en la Enciclopedia del periodismo publicada en 1953; se la nombra pero no se la considera lo suficientemente importante como para dedicarle un capítulo y sólo a partir de finales de los años sesenta empieza a adquirir cierto relieve como género. Por lo tanto, desde un punto de vista histórico la columna nace en España en el siglo XX pero no prolifera hasta la segunda parte de este siglo, experimentando su apogeo en la época posterior a 1975. Sin embargo, la columna no surge de la nada.

Como bien demuestra y como afirma Morán Torres, «históricamente, podemos considerar que la columna actual responde a lo que en el viejo periodismo era el artículo de un colaborador fijo, denominándose columnista al que antes se llamaba articulista» . Ahí radica la dificultad de precisar los orígenes del columnismo, porque del artículo firmado de un colaborador regular de un periódico, un fenómeno muy extendido en el siglo XIX y principios del XX, a la columna media un paso casi imperceptible.

Como demuestra Morán, los antepasados inmediatos del columnismo del siglo XX se encuentran en el articulismo del siglo XIX, un siglo a partir del cual «se agiganta el papel de la prensa» . Es en este siglo cuando la prensa se convierte en un medio de comunicación de masas, que además goza de una exclusividad que perderá en el siguiente. Paralelamente, la prensa da cabida en este período a la literatura: géneros literarios como el artículo de costumbres, la novela de folletín y el relato breve hallan su vehículo específico en las páginas de la prensa periódica.

Como es bien sabido, el género romántico del costumbrismo nace en los periódicos que acogen los artículos o «cuadros» de costumbres en su parte amena, la parte inferior de la primera página separada por una línea de la sección política. Esta sección, «el inquilino del bajo» de los periódicos hasta entrado el siglo XX, llamada primero «boletín» y luego «folletín» (del feuilleton francés), es dedicada a la literatura en la prensa diaria que admite así la literatura en su seno mediante la publicación de artículos de costumbres o de crítica y de obras de creación . De hecho, la lista de escritores del siglo XIX que colaboran en los periódicos, que son periodistas en un sentido estricto o que incluso desempeñan otras funciones dentro del periódico como la de redactores o fundadores, es encabezada por Mariano José de Larra y Ramón de Mesonero Romanos, los padres del artículo literario (de costumbres) e incluye a prácticamente todos los escritores importantes del siglo, como Serafín Estébanez Calderón, Gustavo Adolfo Bécquer, Ramón de Campoamor, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas («Clarín»), entre muchos otros.

Larra, en concreto, se suele mencionar como el antecedente más significativo del columnismo contemporáneo. En efecto, con sus artículos de costumbres no sólo se convierte en el creador del artículo literario en España, sino que se perfila como un «protocolumnista», mediante su profunda preocupación por la utilización de la lengua, su concepción del articulismo como un género literario, la primacía concedida al estilo y los recursos retóricos, la ficcionalización de la realidad y del «yo», y su empleo de la parodia, la sátira, el humor y el ridiculum en general con fines críticos.

Pero, como afirma Seoane, la «edad dorada» de la literatura del periódico es la época entre 1898 y 1936, cuando la prensa «está a extraordinaria altura en el [aspecto] intelectual y literario, porque se nutre en gran medida de las plumas de escritores e intelectuales en una época excepcional de la cultura española»; revistas y diarios publican en cada uno de sus números varios artículos de escritores que comentan la realidad española o escriben sobre temas artísticos, literarios, científicos, filosóficos, etc., hasta tal punto que «puede afirmarse sin exageración que el ámbito natural del escritor es el periódico más que el libro» . A modo de ejemplo, una de las tempranas «columnas» importantes del siglo XX sería, por ejemplo, la serie que escribe Corpus Barga desde París en calidad de corresponsal para El Sol en los años diez y veinte; «cada día mandaba sus ideas sobre algo vivo que acontecía. Su columna era esperada y leída por miles de madrileños» . Aunque tampoco se debe olvidar la importancia que sigue teniendo el artículo (y, en menor medida, la columna) en la posguerra, con cultivadores como Josep Pla, Víctor de la Serna y otros como Rafael Sánchez Mazas, José María Pemán o César González Ruano, los cuales son a menudo citados por columnistas contemporáneos como precursores importantes.

Durante la mayor parte del siglo XIX la prensa, más que portavoz o formadora de opinión, es un arma de combate político en una época combativa. Sólo cuando el periódico se transforma en un efectivo medio de información de masas profesionalizado en el último tercio del siglo, la prensa se convierte en un verdadero «cuarto poder» que ya no estará a la merced de distintos grupos de poder político que buscan imponerse.

Este desarrollo es crucial para entender la evolución de la prensa y el periódico que eventualmente dará acogida al columnismo. Hacia la mitad del siglo XIX empiezan a surgir periódicos que se pretenden neutrales, políticamente independientes y objetivos proveedores de información, como la Correspondencia de España (1858) o El Imparcial (1867), que «están más atentos a servir los intereses de la empresa que los de un partido, para lo cual han de conseguir muchos anunciantes y muchos lectores, siempre en estrechísima conexión».

Es la entrada en la era capitalista del periódico que se transforma, además, con la llegada del telégrafo, del correo, del ferrocarril, los avances en el arte de la imprenta y las artes gráficas y la creación de agencias de noticias. La opinión cede paso a la información en el transcurso del siglo XIX y las noticias firmadas a las noticias anónimas de agencia, y en el periódico empieza a primar lo impersonal.

Paulatinamente va desapareciendo el editorial y la noticia firmados y los periódicos se van convirtiendo en grandes empresas donde cobran importancia la despersonalización y el editorial anónimo que ya no representa el punto de vista de su redactor o director sino el de la empresa.

Es decir, si antes los periódicos se identificaban con la voz de su director o redactor que firmaba sus contribuciones (la misma persona, en la mayoría de los casos), si eran su órgano personal de expresión, en el transcurso del siglo XIX se despersonalizan y se crea el mito de la objetividad, en gran medida porque, convertidos en empresas capitalistas, los periódicos quieren apelar a un amplio sector de la población.

Esta aspiración a la objetividad, que hoy reconocemos como imposible e ilusoria, es fomentada primero por las agencias de noticias y, a principios del siglo XX, por la incorporación de la fotografía. Y la redacción de manera impersonal de la noticia, por lo menos en el periodismo informativo, es todavía la receta vigente de los libros de estilo de los más grandes periódicos españoles.

La división del trabajo, la profesionalización del periódico y la especialización de la empresa capitalista conducen a la necesidad de diferenciar las distintas voces que componen el periódico. De ahí que, si antes «el artículo firmado hacía también las funciones del editorial [que eran] editoriales personales que coincidían con la voz de la empresa, pues ambas opiniones coincidían a su vez en la misma persona», ahora surge la necesidad de diferenciar las voces y opiniones del periódico, «la de la propia empresa, a través del editorial, y la de los periodistas o colaboradores, a través de otros géneros de opinión, como la columna».

La entrada de los periódicos, a partir del siglo XIX, en la edad capitalista y la de la información, su profesionalización y su transformación en medios de comunicación de masas hacen imprescindible la rápida, veraz y exacta difusión de noticias y la búsqueda de objetividad en su relato, todo lo cual lleva a su despersonalización y a la clara delimitación de las maneras de tratar la noticia, o sea, la creación de géneros periodísticos, de géneros de información y de «opinión».

A medida que se lleva a cabo esta despersonalización y especialización del producto periodístico surge también la necesidad de voces personales, porque a menudo el lector prefiere la personalidad al anonimato.

Concreta y paradójicamente, por lo tanto, el nacimiento de la columna está relacionado con la progresiva despersonalización del periódico y el editorial, con su paso del punto de vista de la primera persona singular a la primera persona del plural, del «yo» del director y redactor al «nosotros» del colectivo de la redacción o la empresa entera y con la diferenciación de los distintos textos que componen el periódico. La columna, un género en un principio análogo al editorial, surge cuando éste pierde su carácter personal, y se define precisamente por ser un texto firmado por una persona, como antes el editorial, una expresión de una visión del mundo muy personal, una voz individual.

La larga tradición española proclive al articulismo es significativa no sólo porque de ésta beberá un nuevo periodismo cuya evolución coincide con la Transición de la dictadura a la democracia en los años setenta del siglo XX, sino también porque potencia el cultivo de un género como la columna.

La columna y el reinicio de la democracia a partir de 1975

A partir de 1975, la mera cantidad de columnas que nacen y el creciente número de columnistas atestiguan una floración que empieza con la Transición y desemboca en el auge verdaderamente extraordinario de la columna en los noventa. Toda una serie de libros sobre este género y otros afines se hacen eco de esa expansión.

Así, en 1990, Luisa Santamaría habla del gran prestigio de que goza en la prensa la columna firmada; Fernando López Pan observa que, «aunque la columna ha sido un género periodístico abundantemente cultivado en España, en los últimos años asistimos a un auge sin parangón del género»; Antonio López Hidalgo afirma que los columnistas y el género del columnismo están de moda, como también confirma Pedro de Miguel; Irene AndresSuárez distingue el nacimiento de una «modalidad nueva», el artículo literario, del cual la columna es probablemente la vertiente más importante, conclusión que comparte también De Miguel; en su análisis de los artículos literarios de Antonio Muñoz Molina, Fernando Valls hace hincapié en «el momento de esplendor» de este género; según Bernardo Gómez Calderón, «con toda probabilidad, ningún género periodístico atraviesa hoy en día un momento más feliz desde el punto de vista cuantitativo que la columna de opinión».

Y esto se debe en gran medida a la proliferación de escritores como columnistas, a la calidad de la prosa de sus textos y a la variedad de las columnas. De hecho, si a finales de los años setenta la columna se consideraba todavía como un género escrito por periodistas, un cuarto de siglo después la situación ha cambiado tanto, que esto no es cierto, o no del todo.

Es, por lo tanto, con el reinicio de la democracia, y en los años noventa en especial, cuando la columna de escritores empieza a perfilarse y distinguirse como género autóctono e importante en la prensa española y cuando empieza a componerse como modalidad nueva en su estrecha afinidad con la literatura.

Los factores relacionados con lo que se podría llamar, como veremos, el nacimiento de la modalidad de la columna de escritores en España y su muy considerable envergadura son múltiples. El primero de ellos es, obviamente, la libertad de expresión, uno de los pilares del género del columnismo, que es consagrada por el Artículo 20 de la Constitución Española de 1978.

Poder expresar libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante un medio escrito es, precisamente, una condición sin la cual la columna mal o sólo medianamente se puede desarrollar. Otros dos factores generales y relacionados que componen un marco que sin duda repercute en el auge del columnismo son el muy sustancial papel de la prensa en la época posfranquista, especialmente crucial en los años de la Transición, y un nuevo periodismo español que empieza a gestarse en los años sesenta.

El papel e importancia adquiridos por la prensa a partir de 1975, en conjunción con otros factores -el surgimiento de nuevas cabeceras, las transformaciones tecnológicas, la crisis económica o el traslado de periodistas (entre ellos, algunos columnistas), de las «viejas» redacciones, como Triunfo o Informaciones , a la joven prensa de la democracia, como El País , El Periódico o Diario 16 -, conforman el marco dentro del cual se desarrollará el columnismo de estos y posteriores años.
El nuevo periodismo que se desarrolla en España desde finales de los años sesenta hasta los primeros ochenta es «una corriente periodístico-literaria marcada, entre otras cosas, por una actitud de acento crítico e intelectual, heredada de la mejor tradición periodística española». Periodistas como Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, Francisco Umbral, Maruja Torres o Rosa Montero forman parte de un generación nacida en su mayoría después de la guerra civil que llega al periodismo durante un período que coincide con cierto relajamiento de la censura y la aparición de nuevas cabeceras no controladas por la prensa del Movimiento, además de un aumento generalizado de la calidad de la prensa; empiezan a buscar nuevas formas de escritura y a cultivar un periodismo innovador y diferente basado, en palabras de Rosa Montero, en «la subjetividad, la búsqueda lingüística y literaria de lo que estás escribiendo, no solamente del lenguaje sino también de una estructura literaria. Plantearte que cada cosa que haces puede tener su propia estructura como la tiene un cuento, mientras que un periodista tradicional (...) siempre hará los reportajes de una determinada manera.

Este nuevo periodismo, también llamado «periodismo informativo de creación», se inspira en una larga tradición de escritura periodística española y busca más «cultivar géneros más próximos a la divagación personal y a la opinión -columna, retrato, cuadro de costumbre, artículo- que la búsqueda contrastada de información», y su sello distintivo es la voluntad de estilo y la búsqueda de la excelencia expresiva, «la consideración del quehacer periodístico como escritura, y no como mera redacción».

De ahí que se pueda afirmar que se trata también «de una invasión de los procedimientos literarios en la escritura periodística». Y una consecuencia de esta invasión es que se va complicando la diferencia entre lo que tradicionalmente suele llamarse periodismo de información (por ejemplo, noticia o reportaje) y periodismo de opinión (editorial, artículo de opinión, columna o crítica); «lo nuevo está en el hecho de que el periodismo informativo se ha hecho creativo, invadiendo el terreno en el que antes se movía en exclusiva el periodismo de opinión».

No me parece nada casual, sino más bien consecuente con esta evolución del periodismo, ver esta tendencia del periodista considerado como escritor y la concomitante importancia del estilo estrechamente relacionadas al hecho de que, por ejemplo, todos los citados -Montero, Torres, Umbral, Vicent y Vázquez Montalbán-, que en un principio son periodistas, pasen a practicar también otros géneros de escritura como la columna, la novela o la poesía.

El valor de la columna

Aparte de estos elementos, hay toda una serie de factores más concretos que inciden en el auge del columnismo. Así, desde el punto de vista del periódico, la columna alcanza una importancia vertebradora, tanto en el sentido figurado de esta palabra como en el literal: juega un papel central en la organización de la estructura interna del periódico y en su articulación y proyección.

Como explica Brendan Hennessy, a los redactores de periódicos les encantan las columnas: «Editors like columns. They provide the security of all features: at least those spaces will be filled». La cantidad y el lugar fijos de las columnas, o sea, de un número de espacios predeterminados -de hecho, como veremos más adelante, extensión y lugar fijos son dos de las características del género del columnismo-, ayudan de manera muy considerable a elaborar un periódico que cada día de la semana, ocurra lo que ocurra, publica un mismo número de páginas; los columnistas garantizan la ocupación de cierto porcentaje de espacio independientemente del resto del contenido, y proveen de antemano al periódico espacios determinados que conformarán, junto con otros, el esqueleto en torno al que se organizará el diario.

Otras de las razones por las que les encantan las columnas a los redactores de periódicos -aparte de que la colaboración de los columnistas les sigue resultando relativamente barata en comparación con los costes de llenar el resto del periódico- son el hecho de que las columnas pueden proporcionar un tono distinto al tenor dominante de las malas noticias; pueden entretener o dar un toque ligero a la seriedad prevaleciente; pueden crear controversias, y son producto de una voz individual.

Todos son factores que a su vez pueden incitar discusión pública y reacciones de los lectores directamente reflejadas en la sección «Cartas al director» y pueden incluso estimular las ventas del periódico, especialmente a través de la asidua colaboración de «firmas» en su publicación. Además, la pluralidad de voces y de distintos puntos de vista dentro de un periódico mediante columnistas con una variedad de perspectivas es una «perversidad calculada» por parte de los redactores y directores que les permite apelar -o crear la impresión de apelar, que desde el punto de vista de la proyección de una imagen puede resultar lo mismo- a un amplio sector de lectores.

Para el lector, el o la columnista puede informar entreteniendo o entretener informando, proveer una mirada, un punto de vista y estilo distintos que el lector aprecia y a través del cual aprende o con el cual se identifica. En palabras de Juan Gutiérrez Palacio, «cualquiera que sea su forma o estilo, las columnas ayudan a introducir para los lectores un cambio con respecto al estilo más restringido de redacción periodística. Las columnas dan colorido, diversidad y opinión.

Y ayudan al periódico en la doble obligación que tiene con los lectores: informar y entretener».
El columnista es, además, una especie de mediador entre el lector del periódico y la realidad, filtrando e interpretándola. Fomenta cierta independencia mental en el lector (aunque a veces también cierta dependencia de la cosmovisión del columnista por parte del lector), forma a las personas, las ayuda a que adopten «puntos de vista sobre su época que no son, sin más, lo que la propia época piensa por sí sola». Como el dietario, género con el cual la columna de escritor tiene mucho en común en cuanto escritura autobiográfica, proporciona una forma de conocimiento y pensamiento reveladora y por eso adictiva.

Y yo creo que se tiene que hacer especial hincapié en esa forma que toman el pensamiento y conocimiento adictivos en el caso de la columna, el tratamiento a que se somete el material proveniente en un principio de la realidad, por las razones que esgrimiré más adelante.

La importancia que tiene el columnismo para el escritor hoy en día radica, esencialmente, en la atracción que el periódico ha ejercido siempre sobre él: «Las dos razones fundamentales que llevan a los escritores al periódico [son] la económica y el deseo de tener éxito, de darse a conocer» -para la inmensa mayoría de los escritores la colaboración periodística ha constituido desde hace bastante más de cien años «una fuente de ingresos complementaria e imprescindible».

El escritor llega a través del periódico a un público más amplio y su éxito comercial está estrechamente ligado a su presencia en la prensa, además de favorecer la comercialización del producto (cultural). El autor y su firma pueden llegar a convertirse en «firmas», una especie de marca comercial cultivada y promocionada por un grupo a través de su periódico, editoriales (de libros) o cadenas radiofónicas, un fenómeno que obviamente está relacionado con la fuerte comercialización del mercado editorial. Ingreso regular, popularidad y prestigio son los beneficios de sus colaboraciones periodísticas, según las declaraciones de muchos narradorescolumnistas en 1999. Es probable que también les tiente a muchos «la posibilidad de influir en lo cotidiano».

Estas razones hacen que las colaboraciones periodísticas de escritores se recojan también a menudo en forma de libro, además de constituir un rendimiento económico suplementario, un desafío al olvido o un reflejo de la vanidad del escritor o de la presión por parte de editoriales para que el autor mantenga cierta presencia en el mercado del libro. Este es un fenómeno particularmente significativo a partir de los años noventa del siglo recién concluido, cuando surgen en España colecciones específicas, tales como la serie «El viaje interior» de El País /Aguilar o la de «Textos de escritor» de Alfaguara, consagradas a recopilar en forma de libro las columnas, los artículos, los ensayos u otras colaboraciones periódicas de escritores en la prensa o en revistas (novelistas).

De hecho, puede que la existencia de tales series se deba no sólo a razones comerciales sino también a «la superstición de las páginas encuadernadas, el considerar al libro como único soporte literario», lo que según Seoane ha hecho que «hasta época relativamente reciente, las historias de la literatura no se ocuparan de la prensa, pese a que en periódicos y revistas se han gestado todos los movimientos literarios contemporáneos, y han visto por primera vez la luz muchas obras antes de convertirse en libro.

En el contexto del periódico cobran su pleno sentido». Gutiérrez Carbajo confirma que la tendencia a considerar el libro «como único testimonio de una época o de un acontecimiento nos ha privado generalmente de muy sabrosos complementos en las historias literarias» . Las recopilaciones de columnas en forma de libro obedecen también a este deseo de hacer ver que el columnismo forma parte integrante de la obra literaria del autor.

Amando de Miguel arguye que una historia de la literatura del último siglo no se puede recomponer sin tener en cuenta las colaboraciones periodísticas y, de hecho, según Vázquez Montalbán, en sus últimos años, José María Valverde, que falleció en 1996, había llegado a sostener que «la literatura española contemporánea había que buscarla entre los columnistas de los diarios más solventes», un tópico bastante extendido hoy día y una notable exageración, aunque sí resalta la importancia del columnismo en el presente panorama literario.

Sea como fuere, la colaboración periodística de muchos escritores constituye -desde por lo menos el siglo XIX- una faceta de su producción que puede ayudar a entender el conjunto o aspectos de su trayectoria literaria (además de la personal), su pensamiento literario e incluso puede constituir una veta principal de su creación.

Es posible que la generalizada colaboración del escritor en la prensa sea un indicio de la creciente profesionalización de los escritores y de la madurez de la sociedad literaria o de la comercialización del mercado de las letras, pero de lo que espero que no quepa duda, si se tiene en cuenta el marco que he intentado esbozar, es la importancia que la columna ha alcanzado, especialmente desde finales del siglo XX, y que, por todo lo expuesto, es un género digno de más atención de la que ha granjeado hasta ahora.

Naturaleza de la columna de escritores

Desde un punto de vista de su formato, en todo lo que atañe a aspectos formales de su presentación, apariencia y diseño, es decir, todo menos su contenido, es relativamente sencillo definir la columna de escritores: es un texto que se publica con una periodicidad fija (diaria o semanal, en la mayoría de los casos); tiene siempre la misma extensión (es un apartado que puede consistir en una o más columnas tipográficas -el término genérico «columna» tiene por lo tanto un sentido metonímico-, pero cualquiera que sea su extensión concreta, ésta puede variar sólo muy poco o prácticamente nada en el número de palabras); ocupa un lugar y espacio determinados y normalmente invariables dentro del periódico (o suplemento de periódico) en que se publica; tiene una presentación tipográfica destacada (se la suele aislar con recuadros, filetes, corondeles u otros procedimientos del resto del contenido de la página o del periódico si ocupa una página entera); muy a menudo va encabezada también por un título general (además del concreto que suelen tener las columnas más largas, como las de los suplementos), y no sólo viene siempre acompañada por la firma del autor que la redacta sino, en muchos casos, también por su foto (elementos que no distan mucho de representar algo así como la marca comercial a que me referí arriba). Como mantiene Hennessy, este formato especial de la columna en el periódico «triggers off the right mood of expectancy in the readers» y, aparte de crear ese aire de expectación, sirve para llamar la atención del lector.

Este modo de delimitar la modalidad de la columna de escritores es por tanto mediante su paratexto o exergo: los únicos elementos que yo he aducido hasta ahora para definir la columna, es decir, periodicidad y extensión fijas, lugar determinado, presentación tipográfica destacada, título general y firma, son todos atributos que se sitúan en el exergo y no forman parte del texto de la columna misma. A modo de ilustración podemos recurrir a la metáfora de la caja vacía empleada por Rafael Sánchez Ferlosio en su discusión de recipientes que requieren la producción de algo que les llene ya que «vivimos en un mundo en que no son las cosas las que necesitan cajas, sino las cajas las que se anticipan a urgir la producción de cosas que las llenen», lo que explica el imperativo del periódico de llenar cada día de la semana un espacio predeterminado, dado que no es la cantidad de noticias lo que determina su extensión.

El periódico es por lo tanto una caja vacía que hay que llenar a diario y yo añadiría que la columna es una minicaja (también vacía en un principio, pero de cuyo llenado son responsables otros) dentro de ésta.
Esta lógica de las cajas (o de la intransitividad) rige tanto la producción del periódico como la de la columna -de qué, si no, es prueba la manera de proceder de los columnistas, que están en permanente búsqueda de temas para sus columnas y no saben a veces sobre qué escribir o temen la página en blanco-. La columna precisa de mucha disciplina e inventiva precisamente porque se tiene que llenar un espacio concreto con regularidad; «it requires much discipline and often much ingenuity: finding something new to write about regularly because you have a space to fill can become burdensome. You can run out of steam».

La importancia capital del paratexto no me parece tan sorprendente si se tiene en cuenta que todos los textos dependen en gran o exclusiva medida del exergo para indicar cómo deben ser leídos y a qué género pertenecen; todos los textos, especialmente los literarios, precisan del exergo, no se pueden definir en su esencia porque no la tienen o no tienen una esencia que baste por sí misma para definir su género, o no de manera inequívoca.

Eso explicaría también por qué muchas columnas se leen de manera distinta si son sacadas de su contexto inicial del periódico, despojadas así de gran parte de su exergo original e incluidas dentro de otro marco; la columna se puede convertir (se convierte en muchos casos) en un texto con otro género, en cuento, artículo de opinión, ensayo, crónica, fragmento de novela, por ejemplo, precisamente porque su parafernalia paratextual de columna se cambia por un exergo distinto.

Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de Gabriel García Márquez, como demuestra Maarten Steenmeijer en su trabajo de este número monográfico, y este es el caso también, por traer a colación otro ejemplo interesante que menciona Valls en su discusión de un caso afín, de un cuento de Javier Marías titulado «El viaje de Isaac» que relata la historia de una maldición familiar que en la colección de cuentos en que se recoge se lee como ficción, mientras que cuando se publica en versión de columna más tarde, «Una maldición», se toma como verdad y cuando se incluye en Negra espalda del tiempo , también, aunque sea rodeada por más indeterminación en esta «falsa novela» que en el caso de la columna.

«Es una muestra de cómo las mismas páginas pueden no ser las mismas», por decirlo en palabras del propio Marías al referirse a otro ejemplo del mismo proceso, de cómo incide de manera determinante el exergo en la recepción de un texto (un ejemplo destacado de la importancia del exergo es su novela Todas las almas y su paratexto, algo que he analizado en otro lugar); este fenómeno no es nada nuevo y es una de las maneras en que el periodismo se convierte automáticamente en literatura como por arte de magia, sin que se produzca ningún cambio en su contenido.

De ahí que no sea sorprendente que sea bastante extendida la noción que una característica incontrovertible del texto en sí de la columna de escritores es que carece de características unificadoras. Desde el punto de vista del Periodismo y las Ciencias de la Información la columna se suele agrupar con los géneros de «opinión», junto con el editorial o el artículo (los otros dos grupos son los de información e interpretación). Pero todos están de acuerdo en que la columna, especialmente la que es cultivada por escritores, goza de una absoluta libertad temática y formal y que la caracteriza la diversidad de contenidos.

La libertad temática está levemente condicionada por el hecho de que las columnas de escritores suelen establecer cierta conexión con la actualidad (en muchos casos muy tenue, si no inexistente, y con la función de servir como pretexto y punto de arranque del texto), porque forman parte de la prensa, actualidad que, eso sí, es entendida en sentido amplio. Y esa libertad u holgura es en parte resultado del hecho de que al escritorcolumnista no se le suele conferir encargo concreto ninguno (y esa es la diferencia principal entre el columnistaescritor y el columnista especializado en un campo, como deportes, política, economía, cine, etc., que obviamente se tiene que ocupar de algo relevante al área en cuestión).

El escritor en cuanto columnista es un «francotirador por su exclusiva cuenta y riesgo» que dispone de «un cheque en blanco» y «de un espacio para escribir como le dé la gana» y de lo que le dé la gana. Juan Gutiérrez Palacio matiza esta libertad del columnista: «Hoy se reconoce la libertad del columnista para escribir lo que quiera, bajo su nombre, pero también la del director para suprimir, censurar o quitar, cuando estima que es el caso de hacerlo».

Esta puntualización es importante, porque no se debe olvidar que sigue habiendo casos de censura, a pesar de la libertad de que gozan en un principio los columnistas. El caso más reciente y flagrante es de una columna censurada de Javier Marías que nunca llegó a publicarse donde estaba destinada. Asimismo, aparte de ese inquietante caso de censura por parte de la dirección de un periódico, los escritores columnistas se ven a menudo sometidos a demandas judiciales, como les ha ocurrido a Juan José Millás y Vicente Molina Foix, por ejemplo. Desafortunadamente, este parece ser el riesgo del francotirador y de la libertad que puede ejercer.

Esta libertad -temática, formal, estructural, estilística- que caracteriza la columna de escritores hace de ella un verdadero cajón de sastre. Y en eso tiene algo en común con el género de la novela: tanto la columna como la novela se caracterizan por el hecho de haber usurpado o de valerse de muchos otros géneros en un principio próximos o no tanto. Como ha afirmado López Pan, la historia de la columna ha sido una «de crecimiento continuo y absorción de otros géneros concomitantes» y «algunos tipos de textos periodísticos que durante años se escribían y leían como distintos de la columna (...) acabaron desembocando en la columna».

Yo añadiría que la columna de escritores se apropia o se sirve además de géneros literarios y no sólo periodísticos. Y esto es así en gran medida porque los escritores le infunden a su columnismo procedimientos propios de otros géneros. Este hecho no me parece casual sino más bien un indicio de que se trata de un género que, como la novela, tiene bastante vigencia. De ahí que la columna de escritor se considere a menudo como crónica, diario (dietario), ensayo, folletín, cuento o relato (o «relato real»), aparte de artículo o artículo literario, bajo cuyo abrigo se encuentra siempre.

Esta hibridez de la columna de escritores y su relativa indefinición, no sólo forma parte del fenómeno contemporáneo de la disolución de los límites entre diferentes géneros literarios, sino que contribuye a configurar un género nuevo. Yo creo que lo que en este trabajo he denominado la «columna de escritores» es precisamente esto: un género esencialmente nuevo que se cristaliza en los años noventa.

Ahora bien, la columna de escritores me parece que sí tiene una característica esencial que queda patente en prácticamente todos los trabajos de este número monográfico. Lo que la suele caracterizar es la primacía del estilo y la forma, lo que se ha llamado «la voluntad de estilo», su confección literaria, esa infusión de procedimientos literarios de que hablé arriba, el cuidado de la forma, algo que a veces obedece al propósito de reintroducir la literatura en la prensa diaria (un propósito sólo alcanzable siempre que no se haga alarde o gala de ese estilo). Y esta primacía que se concede al estilo condiciona una serie de elementos clave.
Así, las columnas de escritores configuran un «yo» autorial ficcionalizado, un columnista que es narrador y se convierte también en personaje (un sujeto que es también objeto). Este «yo» que se configura en las columnas es una máscara. Dicho de modo sencillo: el «yo» de la columna es su narrador y por lo tanto no debe confundirse con su autor, una de las reglas principales cuando se lee una novela o un cuento e igualmente importante en el caso de la columna dada la primacía del estilo y la de su forma y retórica: el narrador de la columna, como el de una novela, es una invención.

En palabras de Javier Cercas, que podría suscribir cualquier columnistaescritor, es un «yo que soy yo y no soy yo al mismo tiempo» . Esta máscara es pareja a lo que López Pan considera el ethos del columnismo: la presencia de una imagen, un talante, una impronta del autor en su texto, resultante de su manera de ser, de su carácter moral, sus valores e intenciones que se perfilan con forma y estilo propios. De hecho, para López Pan el ethos es no sólo el principal recurso retórico de la columna y un elemento configurador y característico sino la clave misma para entenderla, ya que es en el ethos donde están anclados estilo, temas, ideas.

Esta máscara o ethos llegan a convertir a menudo en caricatura al propio autor, como resultado directo de la voluntad de estilo y los recursos retóricos, a veces de forma indeliberada y otras intencionadamente (como es el caso de los Relatos reales del propio Cercas), y lo mismo ocurre con otros personajes pasados por el filtro del estilo, al aprovecharse del recurso retórico del ridiculum , la parodia, la sátira o el humor, tan predominantes en el columnismo de escritores.

El caso reciente más destacado del empleo del ridiculum y de la columna paródica y «bufosatírica» es sin duda el columnismo de Elvira Lindo en su serie titulada «Tinto de verano» y las que escribe de momento desde Nueva York para la sección «Domingo» de El País , en las que no hay personaje que se escape de la caricaturización. De hecho, esta ficcionalización del «yo», la máscara y caricatura concomitantes, pueden llegar a encorsetar al columnista tanto que ya no dispone de la libertad para escribir su columna.

A esto alude Antonio Muñoz Molina para explicar el hecho de que ha dejado de escribir columnas cuando dice que le gusta parar porque llega un momento en que se siente «preso de una maquinaria estéril que te lleva a hacer (...) parodia de ti mismo (...) que no seas tú el que escribe el artículo, sino el artículo que te escribe a ti».


Los seudónimos de Larra, el desdoblamiento del autor en narrador y personajes extranjeros, el Curioso parlante de Mesonero Romanos, como los de los otros costumbristas, sus «tipos» más o menos inventados pero con bases reales o las fórmulas de máscaras, seudónimos y personajes ficticios de que se valen en Inglaterra un siglo antes Sir Richard Steele y Joseph Addison en sus artículos y ensayos para The Tatler y The Spectator y el relacionado recurso de la caricatura muy extendido en ambos siglos, no son sólo un temprano reconocimiento de la ficcionalización a que se somete el «yo» autorial y la realidad en general en los artículos sino antecedentes directos de lo que ocurre en el columnismo de escritores contemporáneos mediante la primacía otorgada al cómo sobre el qué se comunica. «The exaggeration is not to be taken at face value, and there is not a deliberate attempt to betray the facts or mislead the reader».

El sometimiento de elementos provenientes de la realidad a un considerable tratamiento estilístico en el columnismo de escritores subraya la importancia del estilo.
La columna de escritores es por lo tanto más que un mero «género de opinión» o de «periodismo de opinión» (que es la forma en que se encara y se clasifica tradicionalmente desde el punto de vista del Periodismo y las Ciencias de la Información), por más que tenga la apariencia de serlo o por mucho que aparezca a veces entre las páginas de opinión de los periódicos.
Es un artificio mucho más sutil, complejo e incierto que la simple expresión de opiniones, por muchas que contenga a veces. Trasciende lo meramente opinativo. No suele tener una finalidad pragmáticoretórica o persuasiva, y muy a menudo solamente la aparenta. Como los otros géneros literarios que cultiva el escritor, sus novelas o cuentos, una lograda columna es un producto de la creatividad estética, mediante la cual la imaginación creativa presenta ideas que no son meras tesis o mensajes sino ideas estéticas, ideas que pertenecen al ámbito de una obra que tiene su propia ontología.

El caso del columnismo de escritores y la importancia del estilo en concreto demuestran que no hay que cometer «la simpleza de creer que todo lo que aparece en el periódico es periodismo», como apunta Octavio Aguilera. El columnismo de escritores es una escritura impertinente, en el sentido de que en un principio contrasta con el discurso periodístico, no parece venir al caso en un diario y que por tanto puede ser molesto (por su disconformidad genérica, además de la frecuente incomodidad que tono y comentarios críticos pueden provocar). Una lograda columna de escritor o escritora es prueba de su esfuerzo, generalizado a todos los géneros literarios que cultiva, por dar a lo que se comunica un valor permanente que mantenga el interés del lector una vez que lo que se comunica haya perdido actualidad. La destreza del escritor puede dotar de interés a cualquier asunto.

El (buen) escritor, por su mera formación, sabe que el interés de lo que escribe no radica en la información que comunica sino más bien «en aquel estilo que haga permanentemente interesante un conocimiento que ha dejado de tener actualidad», por valerme de la explicación de Juan Benet de la importancia del estilo. La actualidad del comentario del columnista es lo que menos interesa, si no es completamente irrelevante; lo que de verdad importa en última instancia es el tratamiento a que se somete cualquier material; esto es lo que conseguirá seducir al lector a largo plazo y en este aspecto estriba su esencia, como ilustra lúcidamente Benet:
«Un día el público, acostumbrado a distraerse con las páginas periódicas de su articulista favorito, descubre que lo último que le importa es la actualidad del comentario y lo único que exige, seducido por las gracias y donaire de un estilo que sabe paladear, es la continuidad del alimento».

Espero que este documento les sea de utilidad y podamos desarrollar este interesante tema de LA COLUMNA, es oportuno empezar a estudiar desde ya, recuerden que se aproxima la prueba final y esperaría que su nivel académico este en alza.....saludos cordiales.

M.A. Lic. Ruddy Miguel Girón López

Reglas para entrega de trabajo de Periodismo Investigativo.

Los saludos jóvenes del curso de Géneros Periodísticos II, es mi mayor deseo que conforme van pasando las semanas ustedes vayan mejorando desde todo punto de vista pero primordialmente en el conocimiento.

Esa es una de las razones por las cuales se va a realizar el trabajo de Periodismo Investigativo, para generar ideas, para investigar y concretar un trabajo importante en su desarrollo académico pero primordialmente como futuros profesionales del área de Publicidad sin perder el enfoque de las Ciencias de la Comunicación en su conjunto.

Después de haber hecho entrega de los temas a desarrollar, esperando que estén trabajando en ellos con toda la capacidad y ahínco que tienen, les estoy dando a conocer cuáles son las partes necesarias que debe guardar la entrega de este trabajo importante é histórica para la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos de Guatemala, estamos realizando una actividad sin precedente alguno en nuestra querida Escuela y ese hecho debe ser motivante para cada uno de ustedes y dar lo mejor de esfuerzo, inteligencia y trabajo en beneficio no solamente de ustedes sino de las nuevas generaciones de estudiantes que van a venir detrás suyo, los insto a trabajar de gran manera como me lo han demostrado durante este tiempo que hemos estado trabajando juntos.

Fecha de Entrega: 18 de octubre de 2008.

Extensión del trabajo: Como mínimo 40 hojas tamaño carta a espacio de 1 renglón entre líneas sin incluir la carátula y el índice.

Forma de Presentación: Carátula, Índice, desarrollo del tema (entrevistas, fotografías, cuadros estadísticos, etc.), conclusiones, recomendaciones, bibliografía y anexos. La presentación final debe ser en Pasta Dura color azul (color de la Escuela de Ciencias de la Comunicación), con los siguientes datos:
Universidad de San Carlos de Guatemala
Escuela de Ciencias de la Comunicación
Plan de Auto-Formación a Distancia -PAD-
Curso Géneros Periodísticos II Área de Publicidad
Catedrático: M.A. Ruddy Miguel Girón López
Escudos de la Universidad de San Carlos de Guatemala y de la Escuela de Ciencias de la Comunicación.
Título de la Investigación Periodística (centrado)
Fecha del día, mes y año en que se está haciendo entrega de este trabajo de Periodismo Investigativo.
Los nombres de los estudiantes participantes deben ir en la primera hoja del trabajo o sea en la carátula, un bloque de estudiantes en la izquierda y el otro bloque de estudiantes en la derecha.

Este es un trabajo que pasará a formar parte de la Biblioteca de la Escuela de Ciencias de la Comunicación por lo tanto, les solicito que hagan un trabajo excepcional siguiendo las normas de lo que signfica hacer Periodismo Investigativo publicado en nuestro blog, www.generosperiodisticos2008.blogspot.com, esperando se logren identificar con este trabajo que redundará en conocimiento pleno para ustedes aparte de generar una nota importante con puntos netos de la zona para poder aprobar el curso.

Espero que sigan mejorando como lo han venido haciendo y cualquier duda que se pueda generar con mucho gusto la puedo atender personalmente cuando desarrolle la clase de estos sábados antes de la fecha de entrega o a través de nuestro correo electrónico generosperiodisticos2008@gmail.com, así que no me resta más que desearles éxitos y espero que muy pronto den inicio a esta importante labor.

Que sigan muy bien....

M.A. Lic. Ruddy Miguel Girón López

Para trabajo de Periodismo Investigativo. Fecha a determinar en la próxima clase del 13/09/08

Periodismo de investigación, ¿un nuevo género?
Indice
1. Introducción
2. ¿Qué se entiende por Periodismo de Investigación?
3. Principios y pasos para la realización del Periodismo de Investigación
4. Bibliografía


1. Introducción

No existen razones para afirmar que la investigación se haya convertido en un nuevo género periodístico. Todo lo contrario, habría que coincidir con el novel colombiano de la literatura, Gabriel García Márquez, cuando aclaraba en un artículo que "la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo periodismo tiene que ser investigativo por definición..." (El Tiempo, Bogotá, 3-l2-95)

Sin embargo, lo cierto es que sobre todo desde hace poco más de dos décadas se viene hablando acerca de un llamado Periodismo de Investigación, al cual se atribuyen hoy quizás, tantas virtudes como defectos. ¿Existe un "periodismo de investigación"?, ¿si es así, qué características tiene?, ¿hasta qué punto puede ser útil en nuestro caso el estudio y asimilación de tales conceptos en nuestra teoría periodística?.

Desde luego que no es posible adoptar una actitud crítica en el terreno teórico sin antes tratar de profundizar y esclarecer sus principales presupuestos.

En este caso, sin pretender un análisis exhaustivo de la génesis y evolución diacrónica de tal término, es importante remitirse como antecedentes más remotos a fines del siglo pasado, en Estados Unidos, cuando el buen periodismo parecía estar vinculado a la aventura, la previsión y presencia del reportero en los grandes acontecimientos que estremecían al mundo, la agilidad para penetrar en fuentes complejas y obtener al fin y al cabo la información perseguida, y la revelación de los resultados alcanzados a través de series de trabajos que causaron sensación en los primeros millones de lectores de periódicos.

Luego, ya a principios del presente siglo, fueron los "muckrakers" (rastrilladores), calificados así por el presidente norteamericano Theodore Roosvelt, quien criticó a "los periodistas que según él imitaban al "rastrillador de estiércol" que rehúsa ver todo lo que es elevado en la vida y centra su atención sólo en lo que es vil y degradante". Sin embargo, no mucho tiempo después el término se convertiría en un elogio que distinguiría a aquellos que hurgaban en el trasfondo de los hechos hasta encontrar elementos no revelados de los mismos.

Décadas más tarde, la presencia masiva de la radio y el surgimiento de la televisión, durante los años cincuenta, dieron paso a su vez a una nueva etapa de mayor profundización en los contenidos de la prensa (escrita, sobre todo), mediante la investigación de los hechos de manera que facilitara su interpretación. Se desarrolla entonces el papel y formas nuevas del reportaje y otros géneros del periodismo destinados a informar y analizar las causas y consecuencias de los hechos, sus protagonistas y demás detalles no presentados necesariamente por los medios que ostentaban la ventaja de la inmediatez.

Pero no es hasta mediados de los setenta, con la publicación del libro Todos los hombres del Presidente, de Carl Bernstein y Bob Woodward, a raíz de sus famosos artículos sobre el llamado "escándalo Watergate" revelados por el Washington Post, que comienza a hablarse de un "periodismo de investigación" con nombre propio, y el afán de destituir presidentes y descaracterizar hombres públicos comienza a generalizarse como el sueño dorado de escolares y profesionales del periodismo, tanto en Estados Unidos como en la mayoría de los países de América Latina, principalmente. Vale decir que terreno propicio para ello, por otra parte, había más que suficiente.


2. ¿Qué se entiende por Periodismo de Investigación?

Para el común de sus cultivadores, éste se distingue del resto de las rutinas profesionales tradicionales fundamentalmente por la selección de determinados temas y su mayor profundidad en el tratamiento del objeto o asunto que se aborda, lo cual supone o es el resultado a su vez del empleo combinado de métodos y técnicas rigurosas de indagación en la búsqueda de los datos y, por supuesto, de un consumo de tiempo y otros recursos superior a la media del reportaje convencional.

Autores como Robert W. Greene y Gerardo Reyes, entre otros, en un intento de definición, precisan que el periodismo de investigación es la reportería que se realiza a través de la iniciativa y el trabajo del periodista, sobre asuntos de importancia que algunas personas u organizaciones desean mantener en secreto.

Los tres elementos básicos son: que la investigación sea el trabajo del reportero, no un informe sobre una investigación hecha por alguien más; que el tema de la información trate algo de razonable importancia para el lector o televidente, y que haya quienes se empeñen en esconder esos asuntos al público.

También William Gaines lo plantea en similares términos, cuando señala en su obra que "se considera historia investigativa: 1) aquella que es producto original del periodista, en contraposición a un informe sobre la investigación de una entidad pública; 2) aquella en la que haya existido algún intento de ocultar la información; 3) aquella que sea de importancia para el público."

Aunque la experiencia relatada por éstos y otros autores ( Scanella, Quesada, etc.) que han abordado el tema reconocen las ventajas de un trabajo en equipo y del empleo de distintas técnicas de investigación, la mayoría de ellos asume como válido el papel predominante del reportero individual y la condición de que los datos a manejar deben ser un resultado del esfuerzo propio.

Ello podría llevar a la idea de excluir importantes procedimientos indagatorios que se apoyan en el trabajo y la opinión de expertos u otros investigadores que a menudo suelen constituirse en valiosas fuentes de información para el reportero, dispuestas por lo general a colaborar en forma desinteresada con éste.

El interés social del tema, condición inobjetable, no puede conducir sin embargo al criterio de que todo lo que atrae la curiosidad y atención del público debe ser tratado por la prensa. No podemos coincidir con Reyes cuando admite como idea generalizadora que la gente busca información para satisfacer una amplia variedad de necesidades.

Una de ellas es la de conocer las acciones u omisiones de sus gobernantes, legisladores, jueces y militares, de los comerciantes e industriales que dominan el sector económico de la nación, de los banqueros que tienen en sus manos el dinero de miles de familias y empresas y, en general, de las personas que participan de algunas maneras en el manejo de los destinos de su ciudad o país.

El público quiere saber qué pasa con sus impuestos, a dónde va a parar el dinero de las privatizaciones y de las bonanzas, y cómo está cuidando el Estado los recursos naturales; quiere enterarse sobre la integridad moral de sus gobernantes, si tienen relaciones con narcotraficantes o mafias de juego y el contrabando y, sobre todo, quiere saber quién lo engaña. Al mismo tiempo, el lector busca chismes en el periódico para satisfacer su curiosidad personal sobre la vida privada de artistas, comediantes, grandes empresarios, deportistas y delincuentes famosos.

Por supuesto que hay límites que sitúan la ética, los intereses del país, la intimidad de las personas, y otros factores de política editorial, que no pueden dejarse de tener en cuenta, y que a la corta o a la larga podrían dar al traste con las posibilidades de que muchos temas abordados sin una valoración previa vean la luz pública.

Por último, suponer la existencia de intereses antagónicos con la fuente como condición de toda investigación periodística convierte en esencial un rasgo que puede ser y es sin duda ocasional, dependiente más bien de las características de determinados sistemas sociales y temas que de las complejidades de muchos asuntos que la prensa debe abordar con enfoque científico, y en los cuales a menudo sus principales fuentes de información podrían estar tan interesadas como el reportero en un buen tratamiento periodístico.

En síntesis, al valorar de conjunto el Periodismo de Investigación podemos subrayar como rasgos positivos los siguientes:

La necesidad de un despliegue constante de iniciativas y habilidades profesionales para la búsqueda y solución de nuevos temas o aspectos de determinados temas en ocasiones desconocidos, pero esenciales.

Una concepción integral y estratégica del trabajo con las fuentes de información y ulterior presentación de los resultados, a través de una serie o conjunto de trabajos periodísticos.

Un aprovechamiento adecuado de las amplias posibilidades que se abren al periodista con la introducción de las modernas tecnologías de la comunicación e información.
A su cuenta negativa se ubicarían, por el contrario:

El énfasis en los lados obscuros de la vida, las personas y los hechos.

La incursión frecuente en facetas de la vida íntima de las personas y adopción de una postura hipercrítica de la actividad de las instituciones públicas, asumiendo papeles de jueces y fiscales de la conducta ciudadana.

Una concepción antagónica de las relaciones entre el periodista y las fuentes y protagonistas de muchos hechos que trata.

De todo ello se desprende que asumimos el Periodismo de Investigación como una propuesta válida, es decir, como una posible actitud y acción profesional ante los hechos, con rasgos específicos propios que lo separan del trabajo de reportaje convencional, apremiado por la inmediatez y facilitado por los necesarios lugares comunes de la cotidianeidad. Sería un error, sin embargo, asumirlo sin una posición crítica ante sus lados opuestos a toda ética y deontología profesional.

3. Principios y pasos para la realización del Periodismo de Investigación

Teniendo estas observaciones en cuenta, una concepción propia del Periodismo de Investigación podría partir a nuestro juicio de los siguientes criterios:

Selección y enfoque: de temas o problemas complejos, que requieren el conocimiento y la atención y participación de la opinión pública y las instituciones, partiendo del interés social.

Intencionalidad: supone como premisas determinado grado de esclarecimiento previo acerca de la comunicabilidad de los resultados y su impacto en la opinión pública, con fines que pueden ir desde la información o explicación esclarecedora y la corrección o rectificación de deficiencias o irregularidades cometidas, hasta la orientación y movilización colectiva hacia determinadas acciones institucionales o masivas, encaminadas a la solución parcial o total del problema.

Objetividad: es decir, la búsqueda de la verdad objetiva que subyace a veces bajo el aspecto superficial o la primera impresión que nos producen --o se nos propone sobre-- los hechos. Ello supone ir a las esencias con incansable actitud analítica y crítica.

Enfoque científico integral y estratégico: del trabajo con las fuentes de información y en la aplicación de los diversos métodos y técnicas para la obtención de los datos que necesitamos. Incluye por supuesto las amplias posibilidades de la observación directa y participante, abierta o encubierta, en dependencia de las circunstancias; así como la consulta a todo tipo de fuentes que nos aporten referencias o datos útiles.

Normas y principios éticos: previstos por nuestro Código Profesional, en el cual se encuentran claramente definidos deberes y derechos del periodista y sus órganos de prensa en la sociedad, así como el tipo de relaciones a desarrollar entre éstos y las demás personas e instituciones.

Enfoque integral y sistémico de la estrategia comunicativa, partiendo de una adecuada comprensión de los procesos de comunicación en su cotidianeidad y continuidad de una parte, y de las potencialidades creadoras, el papel complementario y las características de los diferentes géneros periodísticos, de la otra.

Tomando como base estos criterios, no a manera de recetario, sino como normas que la experiencia aconseja asumir con toda flexibilidad, podrían resumirse los principales pasos a dar para llevar a la práctica el periodismo investigativo en nuestras condiciones particulares:

Primero : Concebir y elaborar un proyecto o plan previo, a partir de la selección del tema o problema a abordar, esclarecer sus premisas y precisar los objetivos o finalidad investigativa y comunicativa. En dicho proyecto quedarán previstas las principales técnicas de investigación a emplear, tiempo y recursos materiales y humanos necesarios, incluyendo su costo en determinados casos.

Segundo: Desarrollo de la investigación, aplicando las técnicas requeridas y combinando, en dependencia de las necesidades previstas u otras situaciones que pudieran presentarse: observación, entrevistas individuales, encuestas, consulta a expertos, trabajo en grupos, estudio documental y bibliográfico, consulta a fuentes informáticas, etc.

La obtención de información, por otra parte, en el caso de la investigación periodística tiene una doble condición: a) conduce a los resultados perseguidos en el orden indagatorio, tal y como ocurre en todo proyecto de esta naturaleza, b) aporta todo el material fáctico y de referencia, así como ilustraciones a emplear en los diferentes géneros, lo cual supone una elaboración sobre la marcha de la posible estrategia comunicativa a emplear en la presentación periodística de los resultados.

Tercero: Realizar un balance final de los resultados y proceder al ajuste definitivo de la estrategia comunicativa. Este paso pudiera dar lugar al criterio de que el material recolectado, contrariamente a las premisas definidas, no aconseja su publicación desde el punto de vista periodístico. En tal caso, quizás se recomiende su archivo definitivo o su entrega a determinadas instituciones, en cuyas manos pudiera tener alguna utilidad.

Cuarto: Elaborar el o los trabajos periodísticos empleando distintos géneros, teniendo en cuenta las posibilidades de su publicación en una o más ediciones o emisiones del órgano de prensa, según el caso. La estrategia debe prever el lugar que ocuparían posibles respuestas emitidas por instituciones o personas individualmente, como efecto o repercusión de los primeros trabajos; hechos de los cuales es muy importante mantenerse atentos, e incluso provocarlos en ocasiones en que sea recomendable.

Naturalmente que la polémica es también una posibilidad en esta etapa, debido al surgimiento de criterios o datos opuestos o parcialmente diferentes a los expresados por el periodista o por alguna otra opinión vertida públicamente. Deberá estarse al tanto de todo y definirse oportunamente qué lugar darle o no dentro de la estrategia de comunicación.

Quinto: Controlar y evaluar parcial y finalmente los efectos o resultados logrados o promovidos por las acciones comunicativas en su conjunto, haciéndolo evidente en ocasiones de manera expresa y objetiva. Aquí es importante reconocer la actitud receptiva y el papel positivo de personas e instituciones en la solución de los problemas, extrayendo finalmente las mejores lecciones de todo el proceso.

De ello se desprende que, aunque en ocasiones pudiera haber casos de personas negligentes o responsables de algunos hechos o situaciones criticados por la prensa, lo fundamental es ir a las causas esenciales que le dieron lugar, sus consecuencias sociales y el papel de la opinión pública y la participación ciudadana e institucional, tanto en su origen como, sobre todo, en sus posibles vías de solución y esclarecimiento.

Tales pasos quedarían plasmados, como diseño de la investigación periodística, de acuerdo con los diferentes elementos que aconseja William Gaines en su obra, y que podemos resumir de la manera siguiente:

Título: una idea básica y totalizadora del tema a abordar
Tema: precisión sobre el problema que será objeto de investigación
Necesidad: importancia o trascendencia e interés social del problema y significación posible de su publicación
Alcance del estudio: delimitación de los marcos en que se desarrollará la investigación
Métodos y técnicas que se pondrán en práctica para la investigación
Fuentes: Relación de fuentes personales, documentales o institucionales
Producción: géneros, ediciones, materiales a conseguir, etc.
No se trata, por supuesto, de un esquema rígido, sino todo lo contrario. Partiendo de su papel básico como proyecto a valorar y decidir por el equipo de redacción, los promotores le harán las adecuaciones requeridas en cada situación, a fin de que sirva como sistema argumental y guía práctica de todo el proceso de realización de la indagación periodística y sus diferentes variantes de géneros como propuesta de estrategia comunicativa.

Como podrá apreciarse de todo lo antes dicho, al reconocer la existencia de un llamado "Periodismo de Investigación", no estamos hablando de un género periodístico específico; sino de una actitud, métodos y acciones profesionales ante determinados temas que por su complejidad e implicaciones deben ser objeto de una investigación más acabada y rigurosa; así como del empleo casi siempre combinado de variadas formas de presentación del material periodístico.

Es obvio, por otra parte, que la realidad no identifica cuándo corresponde tal actitud; sino que ese deslinde incumbe al periodista. Y vale decir que para el buen periodista, toda realidad siempre es compleja y requiere, por tanto, el máximo de rigor profesional. De ahí que por ello estemos de acuerdo con el principio planteado por el novel colombiano.

4. Bibliografía

--W. Gaines, Periodismo Investigativo para prensa y televisión, TM Editores, Colombia, 1996.
--P. Rodríguez, Periodismo de investigación, técnicas y estrategias, Barcelona, Paidós, 1994.
--G. Reyes, Periodismo de Investigación, Trillas, México, 1996.
--M. Quesada, La investigación periodística, Ariel, Barcelona, 1987.
--Revista Chasqui, No. 4l, 1993, Lima,
--UPEC, Documentos aprobados por el Séptimo Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, marzo de 1999.
--UPEC, Revista Enfoques

Resumen

Se aborda el concepto de Periodismo de Investigación, sus antecedentes y evolución, adoptando una actitud crítica frente a la noción más extendida que asigna al Periodismo de Investigación tres características fundamentales.

Partiendo de ello, el autor asume sin embargo que lo esencial del Periodismo de Investigación está en los métodos y técnicas que emplea para la indagación y recogida de datos, con lo cual se aparta sin duda de aquellos que hacen el énfasis principal en la actitud de la fuente y el impacto potencial del tema y su publicación.

Estos criterios se concretan en una propuesta de seis principios o criterios a tener en cuenta:

1. Selección y enfoque del tema,

2. Intencionalidad del impacto final en la opinión pública,

3 Objetividad en la búsqueda consecuente de la verdad,

4. Enfoque integral y estratégico del trabajo con las fuentes de información, empleando diversidad de métodos y técnicas de investigación,

5. Normas y principios éticos,

6. Enfoque integral y sistémico de la estrategia comunicativa.

Tomando como base estos criterios, propone los principales pasos a dar para llevar a la práctica el periodismo investigativo.
Concluye precisando finalmente que no se trata de un nuevo género, sino de una actitud y métodos periodísticos puestos en práctica ante determinados temas que así lo exigen por su importancia y complejidad.


Trabajo enviado por:
DrC. Heriberto Cardoso Milanés
hcardoso[arroba]ip.etecsa.cu
Doctor en Ciencias de la Comunicación Social. Santiago de Cuba, 1942. Profesor Titular e investigador por más de 30 años de la Cátedra de Periodismo y Comunicación Organizacional de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba.